Comenzamos agosto como cada año: con un Madrid vacío que se nos hace desconocido a los habituales. Parece otra ciudad, en la que circular es un lujo y aparcar una cuestión de gustos (aquí, allí, más a la sombra... hay donde elegir). Serpientes de verano todavía no se han visto, aunque no tardarán en asomar. Pero en esta canícula que nos lleva casi sin querer hasta el borde del sueño olímpico -a la vuelta del mes, en apenas 30 días, sabremos si es un "por fin" o un "por poco" - ya tenemos dos temazos que llevarnos a la boca los "plumillas" de servicio.
Uno: los incendios. Un horror que por desgracia se ha repetido muchas veces en las últimas semanas, y no por casualidad, por azar desafortunado o por condiciones climatológicas, sino por la acción de los incendiarios. Algunos, detenidos, evitando que hagan más daño. Quién sabe si otros seguirán en libertad...
Dos: la crisis. Que, según los datos de la Consejería de Economía y Hacienda, se está acabando en Madrid. Su titular, con las últimas cifras oficiales en la mano, es que la región sale de la recesión. En pleno agosto, ya ven: la noticia más importante de los últimos años, la que -de confirmarse- cambiaría la vida de muchos miles de madrileños, y se da en plena canícula, con ola de calor incluida. Ojalá ese tan publicitado 0,1 por ciento de incremento del PIB se estabilice, se mantenga y, ya puestos a pedir, engorde un poco. Nos daríamos por contentos muchos si se tradujera en nuevos puestos de trabajo, o en el fin del goteo de cierres de locales y negocios al que por desgracia asistimos casi a diario.