Madrid Río afronta su última semana de obras. El 15 de abril ha de entregarse un proyecto que ha marcado la situación económica y social de la ciudad durante 4 años. Su historia muestra cómo Madrid ya puede volver a mirar hacia el Manzanares.
Junio de 2007. El rugido de las tuneladoras y los martillos neumáticos había dejado de sonar. El Manzanares parecía espacio de guerra.
Un erial de ribera con miles de coches moviéndose, como hormigas, bajo tierra. Apenas unos cuantos pinos plantados junto al parque de San Isidro y parte de la iluminación nocturna esbozaban la idea que maduraba el Ayuntamiento: crear
un parque urbano de 1,1 millones de metros cuadrados. El soterramiento de la M-30 había terminado. Comenzaba el proyecto Madrid Río.

Después de cuatro años de actividad frenética pareció que los obreros deceleraban de la velocidad de la luz. La actividad pareció pararse, inicialmente. No fue así. El Gobierno municipal inició labores de urgencia previos a la aprobación de cualquier tipo de proyecto posterior: adecuó y protegió las salidas de emergencia de la M-30, acotó las zonas de trabajo, instaló iluminación provisional y llevó a cabo una hidrosiembra con semilla de secano para fijar el suelo y evitar polvaredas. Sin embargo, a ojos del público, parecía que no ocurría nada. Los periódicos habían narrado lo que, hasta el momento, era ciencia ficción. El 'aprendiz de río' iba a tener la playa que había imaginado la escolar Sara Rojo, del colegio San José. El río iba a recuperar su cuenca. Nuevos
puentes monumentales, espacios peatonales y ciclistas, diversos tipos de parques... La ciudad volvía la mirada al río y exigía una rápida transformación.
Un 'pulmón' verde El Gobierno municipal celebraba el nuevo Manzanares que iba a venir, en las fiestas de Arganzuela con
fuegos artificiales. Era el 'pulmón verde' del proyecto olímpico madrileño para 2016, donde estaría situado
el canal de remo. Los vecinos estaban satisfechos después de tantas penalidades, primero a causa de la M-30 y, luego, con las obras de soterramiento de la circunvalación. Sus pisos
multiplicaban su valor, aunque tendrían que
rehabilitarse en los siguientes
15 años.

El 28 de junio de 2008 fue
aprobado definitivamente el Plan Especial Río Manzanares y se prometía que antes de las elecciones estarían terminadas las obras de la primera fase del proyecto (
Madrid Río), que abarca desde el Puente de los Franceses al Nudo Sur. Fue mala fecha. La crisis ya golpeaba con fuerza y la actividad parecía mínima. En parte, sí, y en parte, no. Como en toda reforma, los operarios habían empezado a hacer
el trabajo sucio (gestión de aguas y servicios, topografía, aceras y calzadas) y la administración
la parte más burocrática (como, por ejemplo, una declaración de impacto ambiental). Todo lo que no se ve para que lo visible fuese posible. Sólo se avanzaba en el salón de pinos de la margen que contaba con menos espacio hasta el Manzanares.
Un collar verde Según explicó el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, la idea de Madrid Río había surgido de extender el ajardinamiento del centro Matadero. Un hilo verde que engarzaba varios parques y espacios culturales de la ciudad como
las cuentas de un collar. "Cerramos así una herida urbana que había separado varios distritos de la ciudad y devolvemos el río a los madrileños". Las primeras 56 actuaciones marcaban en el proyecto una factura inicial de 334,77 millones de euros, que se han incrementado a 407 millones de euros por las intervenciones en casas y calles que se añadieron al proyecto original. Madrid solicitó ayuda europea para esta labor de transformación urbana. A esas ayudas se sumó en 2009 el Fondo Estatal de Inversión Local, continuado en 2010 con el Fondo Estatal para el Empleo y las Sostenibilidad Local. Ambos programas supusieron una inyección de capital de 199,69 millones de euros y aceleraron las obras, ya que exigían la consecución de los trabajos en un año.

Los comienzos fueron duros. Algunos de los árboles plantados, la principal enseña del proyecto,
se secaban porque sus raíces no tenían suficiente profundidad. Otros, no crecían, por ahora. A medida que avanzaban los trabajos, el alcalde realizaba microinauguraciones, abriendo poco a poco espacios al público. Los vecinos le tenían ganas al parque. Tantas, que, a veces, se saltaban las vallas de partes no inauguradas para poder seguir sus paseos. El entramado verde se abría paso en forma de
jardines y
parques forestales. El
deporte, a través del pádel, el
BMX , la petanca y la
escalada. La
playa, sobre láminas de granito. El Ayuntamiento acordó la demolición del
Vicente Calderón y la fábrica de
Mahou, y el traslado del Atlético de Madrid a un renovado estadio de la Peineta. El río se iba convirtiendo en escenario de los grandes eventos de proyección internacional de la ciudad, como el
Decathlon Solar o la recepción a
la Selección Española de fútbol por su triunfo en el Mundial de Sudáfrica.

El proyecto está a punto de concluir. El 15 de abril tiene que estar entregado y en perfectas condiciones. El Manzanares mudará la piel: del negro asfalto a verde natural. No habrá inauguraciones preelectorales por imperativo legal. Sólo una fiesta ciudadana. La del día en que Madrid recuperó su río.