www.madridiario.es
El segundo entierro de Mari Luz

El segundo entierro de Mari Luz

Por Celia G. Naranjo
viernes 09 de abril de 2010, 00:00h
La escarlatina se llevó por delante a Mari Luz en 1951, cuando solo tenía seis años. Sus padres la enterraron en el Cementerio de la Almudena, donde descansó hasta este martes, cuando el parvulario que contenía su nicho, en estado ruinoso, fue vaciado. Así fue el segundo entierro de la pequeña.
Los niños que murieron en Madrid entre los años 30 y los 60 ya no tienen quien les llore. Raro era el nicho del parvulario de la Meseta 3 que aún luciera flores en su lápida. La mayoría de los nichos, de hecho, ni siquiera la conservaban. Solo el plano de los empleados de la funeraria ponía nombre a los cuerpos que allí yacían.

La tumba de Mari Luz destacaba así sobre las demás, con sus flores de color rosa tras el cristal, perfectamente limpio desde el Viernes Santo, cuando su madre María fue a verla allí por última vez. Los hermanos póstumos de la niña habían querido ahorrar a la anciana el trago de ver como los restos de la pequeña eran exhumados para ser trasladados a su siguiente última morada, un columbario situado en la otra punta del cementerio.

La 'mudanza', según la Empresa Mixta de Servicios Funerarios, que gestiona el cementerio, se hacía necesaria por el mal estado del parvulario, que a duras penas se mantenía en pie gracias a los apuntalamientos.

Casi un centenar de cadáveres saldrían ese martes de sus nichos rumbo a un nuevo destino, el que decidieran los familiares. En el caso de Mari Luz, el columbario, ya que, a pesar de que la familia había comprado el nicho a perpetuidad, ahora debía pagar casi 3.500 euros si quería otro nicho nuevo.

Uno de sus hermanos no lo entendía, ya que, a su juicio, "deberían respetarse los derechos adquiridos en 1951", y al final tuvo que conformarse con el columbario, única opción que no supondrá un coste para la familia ni tampoco obligará a incinerar los restos de la pequeña.

Pocos cuerpos reclamados
Así que este martes, al amanecer, varios familiares se congregaron frente al nicho, a la espera del furgón de la funeraria. Los empleados anotaron los pocos cuerpos que iban a ser reclamados y trajeron otros tantos féretros blancos, muy pequeños, para colocar allí lo que encontraran. El resto de los cadáveres de los niños, la mayoría, terminaría en una bolsa gris con una placa identificativa, "por si acaso algún día algún familiar se encuentra los nichos vacíos y los reclama", aclaró uno de los enterradores.

A una señal de su jefe, los trabajadores empezaron a abrir los nichos y a extraer los cuerpos y los ataúdes, ya deshechos. El mal estado de conservación del parvulario era tal que varios cuerpos de la misma fila cayeron sucesivamente unos sobre otros a medida que se abrían los huecos, hasta quedar encima del de Mari Luz. Por suerte, el cuerpo pudo ser rescatado junto a los zapatos y colocado con cuidado, parte por parte, en una caja blanca un poco más grande que las demás, ya que los restos ocupaban más de lo previsto.

Después, la exhumación se trocó en entierro. Los cuatro familiares atravesaron el cementerio siguiendo al furgón funerario, rumbo al columbario. Sin más ceremonias, Mari Luz fue depositada en su siguiente morada, adonde irá a llorarla su madre la próxima vez, quizá sin que haya dado tiempo a que coloquen la nueva lápida con su antigua inscripción. A falta de sacerdote, alguien musitó un padrenuestro.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios