Coles, lombardas, acelgas, coliflores o repollos crecen en tierras madrileñas en los meses de invierno. El campo hace frente a las inclemencias invernales que, en ocasiones, una simple granizada puede llevarse por delante el esfuerzo de muchos meses de trabajo. De estos inconvenientes, los que no puedes prever, sabe mucho Ángel González. A sus 68 años, lleva más de media vida dedicado a los trabajos agrarios. Sembrar y cosechar todo el año en su huerta de Fuenlabrada, sin descanso y sin apenas fines de semana libres: " Un poquito de esto sé", reconoce. Y tanto que sabe, pero el no encontrar relevo de sus funciones se ha convertido en un arma de doble filo, la que no le permite disfrutar de una jubilación plena: "Estoy medio jubilado. Todavía en activo".
"El campo es muy duro", confiesa. Trabajar en un huerto y con una producción que merezca la pena "es muy sacrificado". Aquejado de la disminución de las ventas, "el precio para el agricultor es el mismo que hace 20 años y el consumidor paga mucho más", González asegura que no existe apenas relevo generacional, lo que complica aún más la supervivencia de los negocios hortícolas: "Si le dices a una persona joven que tiene que trabajar todos los días y tampoco la oferta tiene atractivo económico, normal que no quieran". Sin subvenciones, "nos encontramos solos y me duele en el alma que las explotaciones cierren".
Además, González gestiona la ‘Huerta Experimental’ del Parque Agrario de Fuenlabrada donde se llevan a cabo ensayos de cultivos ecológicos, sin uso de pesticidas. Pero a veces esta forma de cultivo, más recomendable para el consumidor por sabor y salud, "no es sostenible para abastecer a la población". Aunque el agricultor asegura que algunos cultivos, como el del boniato, se consiguen sacar adelante haciendo frente a las plagas y depredadores con medidas ecológicas, "debemos reeducar al consumidor. Que sepa que si una acelga llega con una oruga no pasa nada. Se limpia bien y listo". Una realidad que va cambiando con el paso del tiempo: "Hace tiempo, si entre los productos se veía algún bicho, te tiraban el palé entero", denuncia. Un problema más al que se siguen enfrentando los horticultores más sostenibles.
"Trabajar en el campo es muy duro. No existe relevo generacional"
Ante la "decadencia y despoblamiento rural que se avecina", como augura este agricultor, de un sector que cada vez choca con mayores dificultades, la alternativa pasa por encontrar nuevas vías de mercado que permitan al sector agricultor disminuir costes y alcanzar a una población mayor. Es aquí donde entra en juego Madrid Rural, el primer centro piloto de distribución y comercialización de frutas y verduras locales de temporada sin intermediarios, situado en Fuenlabrada y que abre las puertas este lunes. "Es una gran oportunidad para dar a conocer nuestros productos e intentar reflotar el negocio. Porque si dejamos morir el campo, los consumidores lo van a notar", subraya Fernández.
Una instalación de 3.500 metros cuadrados que estará conectado con el servicio gratuito regional Agroasesor, un servicio que atiende y resuelve consultas especializadas a agricultores y ganaderos. Se trata de un espacio de proximidad que venderá solo productos madrileños y de temporada a grandes superficies de venta y distribución reduciendo así el número de intermediarios en el sistema alimentario. Una manera de acercar la producción y el consumo potenciando los productos y alimentos de la región. "El producto llega directo de la huerta. Nosotros lo recepcionamos y preparamos con las condiciones que nos hayan pedido los clientes, en cajas, envasado, etc.", explica Sergio López, director gerente del Imidra.
"El producto llega directo de la huerta"
La idea de este proyecto surgió tras analizar las deficiencias del sector agricultor en la región: "Hay muchas explotaciones pequeñas y sufren problemas con la comercialización de sus alimentos. No tienen capacidad de negociación ni pueden generar imagen de marca", cuenta López. Con Madrid Rural, el producto llevará esta marca y así los consumidores sabrán que se trata de un producto de la huerta de la región. "Las grandes superficies han visto un filón manifiesto del consumidor para acceder a los productos locales, pero no pueden desplazarse a cada huerta", añade. Así, se convierte en una herramienta "más que necesaria" para los agricultores que logra "prestigiar" el género cultivado. "Los espárragos, los tomates de Villa del Prado o de Quijorna, por ejemplo, se conocerán más"; señala el director gerente del Imidra.
En este sentido, los agricultores que participan en Madrid Rural -de momento cerca de 50- ahorrarán en costes de preparación del producto y en desplazamientos. "Eliminas también la huella de carbono. Además, cada vez nos piden más exigencias en cuanto al trasporte y las temperaturas. Si tuviese que comprar más furgonetas no podríamos. Así me olvido de ir de un lado para otro", relata José Francisco Brunete, agricultor de Quijorna. Otro de los profesionales hortícolas que llevará los productos de su huerta en la finca La Floresta a la nave de Fuenlabrada. "Nosotros llevamos tomates a una gran superficie. Pero entrar en este proyecto nos abre otros mercados", cuenta ilusionado. Aunque todavía tiene que ver cómo funciona para creer a ciegas en esta novedosa idea que puede suponer otra fuente de ingresos para los agricultores de la región.
Brunete es además presidente de la Garbancera Madrileña, una asociación de la que forman parte agricultores de municipios de la zona oeste de la Comunidad de Madrid como Quijorna o Brunete. El cultivo del garbanzo estaba casi perdido en esta zona pero gracias al colectivo, de sembrar 20 hectáreas han pasado a sembrar entre todos los agricultores una media de casi 200 hectáreas.
"Entrar en Madrid Rural abre nuevos mercados"
Dos explotaciones, una huerta de venta abierta al público y otra destinada al mercado, ocupan también el resto del tiempo de este ingeniero agrónomo y productor de garbanzos desde hace más de 20 años. Denuncia la falta de ayudas al sector y los problemas a los que se enfrentan con las plagas de palomas que arrasan los cultivos y provocan la pérdida de las cosechas: "Esto se traduce en unas enormes pérdidas económicas y la falta de producto para ofertar en caso de no ser controlada". Esquivando los inconvenientes que pueden atacar a los productos que se cultivan en esta tierra fértil, José Francisco siembra y recolecta 27 variedades distintas de tomate, entre ellas los de Sonrosado de Robledillo de la Jara, Gordo de Patones, el Moruno de Aranjuez y Villa del Prado, el enano de Arganda, el gordo de floro de Villanueva del Pardillo y el gordo del rubio de Quijorna. Un producto que comparte tierra con los pimientos de Añover, las cebollas moradas y blancas de Chinchón, los melones piel de sapo de Villaconejos y acelgas de Fuenlabrada.
Productos de proximidad, de temporada y madrileños que, a partir de este lunes, se venderán cada día en la nave de Fuenlabrada. Los grandes distribuidores y superficies tendrán la posibilidad de conocer con detalle la oferta de la huerta madrileña para poder llevarlo a sus lineales. Una oportunidad también para el consumidor, que podrá saborear un producto fresco y de calidad. "Abrimos todos los días, pero como el campo es caprichoso habrá días en los que la producción será menor. Aunque en Madrid Rural mantendremos el trabajo diario", concreta el director gerente del Imidra.
El producto que entre por la mañana será preparado para que a la tarde pueda ser adquirido: "Si un tomate está recién cogido de la mata y maduro tiene que venderse en ese mismo día para que llegue a la gran superficie en las mejores condiciones. Aquí no se va a coger nada verde".
Este mercado de proximidad forma parte del Plan Terra que el Gobierno autonómico puso en marcha en 2020 para ayudar al campo y la industria agroalimentaria. El programa ya se ha ejecutado en un 80 por ciento, consta de 50 medidas destinadas a liberalizar el sector y cuenta con una dotación de 100 millones de euros. Con el mismo, se pretende simplificar la normativa, mejorar la competitividad y comercialización de los productos agrícolas de proximidad y, al mismo tiempo, favorecer el relevo generacional y la implantación de sistemas de producción más sostenibles.
Es al mayorista.. seguimos en las mismas. Este tipo de mercados pero para todos los públicos es algo común en otros países de Europa y del continente americano. Aquí preferimos que el consumidor siga comprando productos que pasan por 40 manos diferentes que inflan los precios. Si hubiese facilidad para que fuese directo al consumidor, se pondrían las pilas otros comerciantes.