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Florinda Chico: la chacha que fue vedette
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Florinda Chico: la chacha que fue vedette

jueves 14 de julio de 2022, 19:19h

La actriz Florinda Chico ya tiene un recuerdo permanente en el edificio donde vivió una parte de su vida. Han pasado once años desde su muerte. Más vale tarde…

Florinda fue un descubrimiento artístico del maestro Jacinto Guerrero. La vio durante un bautizo en la localidad pacense de Don Benito y se quedó impresionado por su físico. Le aconsejó que se viniera a Madrid, con veinte años recién cumplidos, y la colocó en la revista La blanca doble, con la que se recuperó La Latina el año 1947. Su carrera en este género frívolo no fue excesivamente larga, aunque volvería al mismo cuando Lina Morgan montó su propia compañía y la contrató como primera actriz cómica. Con ella protagonizó Pura metalúrgica, 1975, y Casta ella, casta él, 1976.

Poseedora de un físico rotundo, lo que antes, popularmente, se llamaba señora jamona, pasó a la comedia intrascendente y a las grandes producciones del Teatro Nacional en apenas una década. José Luis Alonso la llevó al María Guerrero los años 1966 y 1967, participando en montajes como El sol en el hormiguero, La rosa de papel, La cabeza del Bautista o Los malhechores del bien.

Ese mismo año 1966 comenzó a emitirse en Televisión Española un programa sabatino llamado La casa de los Martínez, que estuvo en antena durante cuatro años. En aquella peculiar casa abierta Rafaela Aparicio era la cocinera y Florinda la chacha. Ambas participaban activamente en el desarrollo de las historietas y se convirtieron una pareja enormemente popular. Tanto que, años más tarde, el desaparecido dramaturgo Rafael Mendizábal, las juntó sobre la escena para representar Mi tía y sus cosas, 1985, que obtuvo un formidable éxito en toda España.

Florinda se movía extraordinariamente bien en un registro tragicómico que le proporcionó éxitos como María la mosca, 1980; El día que me quieras, 1981 o La mamma, 1989. El año 2004 se despidió de los escenarios con ¡Que me quiten lo bailao!

Unos años antes, entre 1996 y 2000, había vuelto a encasquetarse la cofia de chacha en otra popular casa televisiva, la de los líos, que encabezaban Arturo Fernández y Lola Herrera. Su personaje, la Toñi, cantaba las cuarenta al lucero del alba, siempre desde su silla pues la actriz ya empezaba a tener problemas de movilidad.

En cine comenzó a destacar en 1967 con Las que tienen que servir, de Alfonso Paso, que ella había estrenado en el teatro Reina Victoria. Durante una década fue imprescindible en todas la comedias españolas, compartiendo protagonismo con las estrellas de cada momento: Paco Martínez Soria, José Luis López Vázquez, Esteso, Pajares, Juanito Navarro… En 1975 Carlos Saura descubrió su enorme potencial dramático en Cría cuervos, donde compartió escenas inolvidables con la entonces niña Ana Torrent. Pero tras esa película siguió interviniendo en otras intrascendentes y en series de televisión en las que perpetuaba el rol de señora de rompe y rasga. Hasta que en 1997 formó un dúo extraordinario con la gran Irene Gutiérrez Caba en la espléndida versión de La casa de Bernarda Alba, dirigida por Camus. Florinda encarnaba a la sirvienta, a la Poncia, un personaje que suele robarle casi siempre protagonismo a la misma Bernarda. Fue la última película de Irene y, casi, la última de Florinda. Prefiero recordar que esa fue la última.

Sus más de sesenta años de carrera le hicieron merecedora de la Medalla de Oro al mérito en el trabajo, en 1997 y, cinco años más tarde, a la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Con este galardón, la estupenda señora que había encandilado a los señores en la pasarela de La Latina, se convertía en Excelentísima Señora. Con todo merecimiento.

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