Madrid no es una ciudad que tenga un catálogo abundante de arquitectura modernista. Los edificios de las primeras décadas del siglo pasado que han sobrevivido gozan de protección, aunque alguno se encuentre en un estado lamentable.
La portada que daba acceso a la Colonia de la Prensa, en Carabanchel, es uno de los pocos ejemplos modernistas que quedan en Madrid. Y su estado de conservación es, cuando menos, preocupante. Este acceso lo forman dos torretas que, según informaba La Correspondencia de España (21-1-1912): "A la entrada de la Colonia álzase el primer cuerpo de dos torreones, que servirán para instalación telefónica, refugio del guarda y salón de espera del tranvía".
Sobre el arco de entrada figura el rótulo de la colonia en un medallón de forja y cerámica. El estado de este rótulo es deplorable, habiéndose desprendido bastantes de los azulejos. Los que restan, corren el mismo peligro. Los desconchones y las pintadas en los muros son abundantes, así como grietas en la base de hormigón.
Esta construcción, en la calle Eugenia de Montijo, 61, pasa inadvertida entre los bloques de viviendas levantados en la segunda mitad del siglo pasado. La puerta ya no se cierra y de ella arranca la vía central de la colonia, la calle Antonio Rodríguez Lázaro. Está dedicada al que fuera presidente de la sociedad que llevó a cabo la construcción de la colonia. Fue periodista de El Liberal, Diputado a Cortes en 1914 y secretario de la Asociación de la Prensa. Hay una glorieta dedicada a José García Plaza, miembro también de la directiva y que tuvo su vivienda en esa plaza. Además de periodista, fue gobernador civil de Soria. Haciendo honor a su nombre, tres de las calles llevan nombres de periódicos desaparecidos: La Época, el diario La Nación y El Siglo Futuro.
Proyecto cooperativo
La Colonia de la Prensa surgió por iniciativa de un grupo de cincuenta periodistas que constituyeron en octubre de 1910 la Sociedad Cooperativa de Casas Baratas. El proyecto se acogería poco después al amparo de la conocida como Ley de Casas Baratas, promulgada en junio de 1911 para incentivar la construcción de viviendas grandes y con jardín para la clase trabajadora. Para levantar la colonia, los promotores compraron 700.000 pies de terreno (65.000 metros cuadrados) entre Carabanchel Bajo y Alto, que fueron municipios independientes hasta 1948. El terreno se parceló en 50 lotes de 650 metros cuadrados, dedicando el resto de la superficie a calles y servicios. Las calles tenían de 12 a 14 metros de anchura y 350 de largura.
El proyecto se encargó al arquitecto Felipe Mario López Blanco, que estuvo al frente de las obras hasta su muerte.
Los cooperativistas pagaban 20 pesetas mensuales mientras se construían las viviendas y 50 pesetas al mes al terminarse. Se saldaba así un crédito sin intereses. La sociedad tuvo que recurrir, avanzada la década, a la emisión de obligaciones para seguir financiando las construcciones. El gobierno central corría con los intereses de la deuda. En 1914 la valoración de la sociedad era de 220.000 pesetas.
Comienzan las obras
La construcción de este ambicioso proyecto se prolongó durante más de ocho años. El inicio se considera, oficialmente, el día 14 de enero de 1914 con la colocación de la primera piedra de uno de los hotelitos por el Rey Alfonso XIII. Pero en ese momento ya se habían construido -y habitado- varias de las casas. El monarca, en este acto, visitó el interior de una, propiedad del periodista Aquiles Ulrich, quien le informó de que había pagado 15.000 pesetas por ella. Cada casa tenía una superficie total de 300 metros cuadrados, con dos alturas.
Ya en enero de 1912 la prensa informaba de que se habían levantado dos hoteles, como muestra de la urbanización, y se habían plantado mil árboles. El tema de la acometida de agua potable todavía no estaba resuelto, aunque ya estaban trazadas las calles principales. Durante el año 1913 se levantaron las cercas de ladrillo que delimitaban las casas y en diciembre de ese año se adjudicaron tres nuevas, lo que motivó la visita oficial de Alfonso XIII reseñada anteriormente. Los afortunados fueron Mariano Urbano, Vicente Saunier y Francisco Gómez Hidalgo.
En febrero de 1918 ya eran veinticuatro la casas levantadas, todas con jardín y aisladas de las demás.
Se estableció un servicio de coches desde la Puerta del Sol que prestaba servicio de madrugada para trasladar a los periodistas que cerraban las ediciones. Durante el día, un tranvía tenía parada ante la misma entrada.
En estos años eran alcalde de Carabanchel Alto don Antonio Rodríguez y de Bajo, Manuel Antoranz.
El arquitecto
Si bien este proyecto es de Felipe Mario López Blanco, a final del siglo XIX, Federico Grases Riera, procurador de los tribunales, constituyó la Sociedad Constructora del Nuevo Carabanchel, para urbanizar los terrenos de esa zona. Como era hermano del arquitecto José Grases Riera no es descabellado pensar que pudiera participar en la concepción del proyecto. En cualquier caso, no se materializó y en 1910 vendió los terrenos (reservándose una parte) a la nueva cooperativa. La segunda calle importante de la colonia lleva su nombre.
Felipe Mario López Blanco estudió arquitectura en Madrid pero ejerció la docencia en Barcelona durante dos años y allí entró en contacto con el Modernismo. Se considera a la Colonia de la Prensa su mayor obra y la más importante de las proyectadas en nuestra Capital. La Casa Morella, en la calle Montalbán, es otro buen ejemplo de su arquitectura. Además del proyecto, él mismo diseñaba los adornos y elementos singulares de su colonia. Queda como testimonio el azulejo de la glorieta de García Plaza, que lleva su firma. Falleció en Madrid el 14 de enero de 1921, el mismo año en que se dieron por concluidas las obras de la colonia. Seguía ejerciendo como arquitecto de la colonia, siendo sustituido por Vicente Agustí Elguero.
Hoy permanecen en pie diez de los cuarenta hotelitos que tuvo la colonia. Durante la Guerra Civil esta sufrió grandes daños y después quedó desprotegida hasta que, el Plan General de Ordenación Urbana de 1997 le otorgó protección. La mayoría de la viviendas están en buen estado, aunque otras presentan signos de abandono.