La primera versión de la obra de Albert Camus se estrenó en 1942. Veinte años más tarde llegó a España gracias -¡cómo no…!- a don José Tamayo que la montó en su teatro Bellas Artes con José María Rodero y Susana Mara. El mismo director la repondría en 1982, también con Rodero, en 1990 con Imanol Arias y en 1994 con Luis Merlo. El director Santiago Sánchez la puso en escena con Sandro Cordero en 2019 y hace solo cuatro años Joaquín vida la dirigió en el Fernán Gómez con Javier Collado como protagonista. Es una obra recurrente en nuestra escena desde hace medio siglo.
Calígula es un drama construido sobre la maldad y locura de este personaje. Tras la muerte de Drusila, su hermana-amante, toma consciencia de lo inevitable del final a que estamos abocados. A partir de esa muerte todos los que lo rodean sufren sus humillaciones y desprecio. Pide lo imposible, como sostener la luna con sus manos. Calígula es el arquetipo del poder errado.
Rodero marcó la impronta del personaje y es difícil sustraerse a ella. Para encarnar a este enloquecido tirano hace falta un protagonista de mucho peso. Mario Gas lo ha encontrado en Pablo Derqui, el más perturbador Roberto Zucco que he visto en un escenario. Este actor es ya un valor seguro en repartos teatrales o televisivos. En este montaje le acompañan, entre otros Mónica López, Borja Espinosa y Bernat Quintana.
Calígula se representa en el teatro María Guerrero hasta el 30 de diciembre.