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Distintas varas de medir

Por Ángel del Río
sábado 22 de agosto de 2020, 11:09h

Los que piden prudencia cuando se sacan presuntos trapos sucios de Podemos; los que invocan la presunción de inocencia en denuncias por supuestas irregularidades, ya sean de cajas B o de cajas tripe C (Cajas Caras de Cemento); los que piden que se contengan los ánimos hasta que los tribunales digan: “Podemos sentenciar, y sentenciamos…”; los que descartan a priori cualquier atisbo de malas artes, trampas y fraudes en sectores de la izquierda, son los mismos que condenan a una persona cuando no está imputada, ni siquiera investigada, como es el caso del Rey emérito, Para ellos, la presunción de inocencia no es compatible con la sangre azul, y se permiten la alegría de llamar destierro al viaje de don Juan Carlos, a quien también tachan de haber huido de la Justicia, como si fuera un Puigdemon cualquiera, aunque en el caso de emérito, la Justicia no le haya llamado todavía ni siquiera para desearle un feliz veraneo.

Esos que ve una paja en ojo de Borbón y no una viga en ojo podemita, han sido rápidos y diligentes a la hora de quitar estatuas, bustos y retirar nombres de Juan Carlos I, en plazas, parques, polideportivos y centros oficiales, como si trataran de borrar la huella de un condenado por delitos de lesa humanidad, traición a la Patria o grave malversación de fondos públicos, y es que abren de par en par sus oídos a lo que cuenta una tal Corina, y enseguida han visto al emérito infectado por el “corina-virus”.

Si en España la Justicia va lenta, los justicieros populistas son los más rápidos del mundo dictando sentencia sobre personajes que ni siquiera son presuntos implicados. En este país hay una pandemia gravísima; pateras que llegan a nuestras costas con personas infectadas; desaprensivos que ejercen de okupas y practican el asalto a la propiedad privada sin sentirse inquietados; una economía que se derrumba; miles de personas que engrosan las listas del paro; independentistas que campan por sus respetos; pujoles que navegan por la impunidad; los Eres sin sentencia de Andalucía…

Pero lo que ocupa, preocupa, tiene en vela a muchos y desquicia a los depredadores de la Monarquía constitucional, es que un Rey retirado, no imputado, puesto en solfa por los testimonios de una supuesta princesa danesa despechada, haya salido de España sin pedirles permiso a ellos, ni a los jueces, ni a la izquierda radical, ni a los que sueñan con una República bolivariana. Personalmente, no puedo poner la mano en el fuego por don Juan Carlos, porque no tengo elementos de juicio para hacerlo, ni tampoco para condenarle sin haber sido investigado, imputado y sentenciado. “El discurso del Rey” fue una película británica, que en versión española, se titularía: “El disgusto del Rey (emérito)”.

España carecerá de muchas cosas, pero desde luego de lo que está bien surtida es de distintas varas de medir, a gusto y deseo del medidor de turno.

Ángel del Río

Cronista Oficial de Madrid y Getafe

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