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¿Para qué queremos el coche?

Por Ángel del Río
lunes 06 de julio de 2015, 11:23h
Estamos ya en pleno éxodo de las vacaciones estivales. La carretera adquiere toda la importancia propia de estas fechas, y el coche se convierte en el protagonista que lleva los sueños de un lugar a otro. Entre las muchas recomendaciones que por estas fechas nos hace la DGT, está la de no utilizar el vehículo privado cuando los desplazamientos puedan hacerse en otro tipo de transporte. Con esta recomendación se quiere evitar los atascos, pero sobre todo los accidentes: menos coches circulando, menos posibilidad de siniestros con víctimas; ningún coche circulando, cero posibilidades de muertos y heridos en las carreteras. Lógica aplastante, imposible de hacerla realidad.
Durante las vacaciones, la DGT nos recomienda no utilizar el vehículo privado; durante todo el año, el Ayuntamiento nos recomienda no utilizar el vehículo privado para ir a trabajar; en Navidades se cierra al tráfico privado parte del centro urbano; se nos pide también que dejemos el coche en casa, cuando hay elevados niveles de contaminación atmosférica, cuando llueve o nieva, cuando hay eventos callejeros o acampadas reivindicativas. ¿Para qué y cuándo se nos recomienda entonces que cojamos el coche?

Eso sí, el indeseado vehículo es la gallina de los huevos de oro. Pagamos a la hora de matricularlo, cuando lo aseguramos, cuando lo aparcamos, cuando pasamos la obligada ITV, y todos los años, el impuesto municipal de circulación, para que a este paso no podamos circular con él. El coche es un chollo para la economía de un país: desde su fabricación hasta la reparación y el mantenimiento, pasando por los recursos que generan las campañas de publicidad de las marcas.

El primer vehículo privado que circuló por nuestra ciudad, y por España, fue el del Conde de Peñalver, que lo trajo conduciendo desde París a Madrid, en 1898. El coche se popularizó y empezó a ser de uso común con la llegada del “seiscientos”, en 1957, al precio de 65.000 pesetas. Desde entonces forma parte de nuestra vida y de nuestra muerte, de nuestra economía y de nuestra carga familiar, y a pesar de ello, nos recomiendan que no lo utilicemos cuando más lo necesitamos. Pues estamos apañados.

Ángel del Río

Cronista Oficial de Madrid y Getafe

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