La de la Virgen de La Paloma es la festividad más famosa de las que celebra el distrito de Centro en verano. Es tal su repercusión que ha pasado de ser la fiesta del barrio de La Fuentecilla a pertenecer a toda la ciudad.
La Paloma es la virgen del pueblo de Madrid, al contrario de
La Almudena, que era la de la Corte. La representa un lienzo de gran valor religioso, cuya iamgen podría ser una monja de clausura del siglo XVI o una talla de la Virgen de la Soledad de
Gaspar Becerra. El cuadro fue hallado entre un montón de leña depositado en un corralón propiedad de las monjas del convento alcalaíno de San Juan de la Penitencia. El corralón y la calle donde se ubicaba tenían por nombre, desde el siglo XVII, la Paloma. La razón del nombre procede de que en ese solar se crió una paloma que, según cuenta la leyenda, acompañó en 1646 durante todo el camino a la Virgen de las Maravillas cuando ésta fue llevada de la calle del Lobo (hoy Echegaray) al convento de la calle de la Palma.
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El propietario del corralón entregó la pintura, de poco valor artístico, a unos chiquillos. La arrastraron y jugaron con ella hasta que la tía de uno de ellos,
Andrea Isabel Tintero, les entregó unas monedas a cambio de la tela, que reparó y colocó en el portal de su casa. El portal comenzó a ser visitado por los vecinos. Pronto se propagó que la Virgen de La Paloma, como fue llamada, satisfacía los ruegos de los fieles. La cuñada de la salvadora del cuadro, según se dice, fue la primera que ofreció su hijo recién nacido a la imagen. Así surgió la costumbre de poner a los bebés bajo la protección de La Paloma. En la actualidad se realizan misas los sábados en honor a las madres.
Pobres por nobles
Era tal su popularidad que hasta la reina
María Luisa de Parma acudió a pedir a la virgen para pedir que sanara
Fernando VII, enfermo de escorbuto. En 1791 se pidió una capilla, que se comenzó a edificar en un erial de la misma calle de la Paloma que pertenecía a las monjas franciscanas de Santa María de la Cruz. El proyecto fue llevado a cabo por
Francisco Sánchez entre 1792 y 1795. El edificio tenía una sola nave adornada por pilastras, un retablo de mármol con columnas corintias y una bóveda pintada al fresco. En 1796, Andrea Isabel fue nombrada sacristana y administradora de la capilla.
La fama de La Paloma pasó de los pobres a los ricos, que hacían cola para rogarle. Eso supuso que tuviesen que retirarse del templo vestidos, trenzas, mortajas, muletas y exvotos de gente pobre que agradecía los favores de la Virgen. En la Guerra de Independencia, la capilla sufrió el pillaje de los franceses, aunque Andrea Isabel ocultó el lienzo y las joyas de la Virgen. Esta mujer, a pesar de su dedicación, no recibió al morir el permiso para que su cuerpo fuera enterrado en la capilla, como la mujer había pedido, sino que su cadáver fue inhumado en el cementerio de San Isidro. El Ayuntamiento de Madrid le dedicó, posteriormente, una calle junto a la Gran Vía de San Francisco.
La virgen en la farmacia
Isabel II y
Alfonso XII visitaron varias veces la capilla, que pasó en 1891 su parroquialidad de San Pedro a la Paloma (con sus archivos incluidos), lo que motivó que se decidiera sustituirla por una iglesia más grande. El edificio actual se construyó entre 1896 y 1911 bajo la dirección de
Lorenzo Álvarez Capra y
Dimas Rodríguez. El templo tiene planta de cruz latina, nave central, dos laterales y fachada neomudéjar flanqueada por dos altas torres. Las vidrieras fueron regaladas por la Casa Real y la alta nobleza. La inauguración del templo fue celebrada por los pobres del barrio, que recibieron de la Junta de Construcción bonos para comer, cenar y recibir limosna. El día de La Paloma se convirtió en costumbre invitar a los pobres a comer las especialidades del mesón del Segoviano.
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En la Guerra Civil, para evitar que incendiasen sus tesoros, el cuadro de la Virgen fue retirado del altar y se colocó una copia. La Virgen del cuadro aguardó en la casa de
Ramón Labiaga, presidente de la Junta parroquial, como un cuadro más. Al comenzar la contienda, se escondió en el cabecero de una cama que quedó a resguardo en los sótanos de una farmacia de la calle de Altamirano, propiedad de esta familia. Al concluir la guerra, el cuadro fue devuelto al templo. También fue devuelta la copia, que había sido salvada por un zapatero que la había mantenido escondida y a salvo creyendo que era la original. Tras la Guerra Civil, el cuadro pasó a ser llevado sobre un coche de bomberos adornado con mantones de Manila, hasta que en 1956 se compró por suscripción popular la actual carroza.
Sin embargo, siguen siendo los bomberos los que bajan a la Virgen de su pedestal. En los sesenta, la verbena comenzó a decaer y su itinerario se redujo a la avenida de San Francisco, Puerta de Toledo, la calle de Toledo, las plazas de la Cebada y de la Puerta de Moros, la carrera de San Francisco y la calle de Calatrava. Resurgió en los ochenta. Desde entonces, la fiesta motiva actividades de lo más dispar. Desde rallies de coches antiguos a carreras populares.
La última verbena
La fiesta se celebra el 15 de agosto para coincidir con la Asunción de la Virgen. Al principio, sólo se cantaba la Salve la noche del día 14 y una misa el día 15. La procesióno comenzó poco después. En el siglo XIX, el Ayuntamiento se ofreció a instalar un toldo a la entrada de la capilla el día de la fiesta. La sacramental cedió una carroza para que la Virgen pudiera ser sacada a la calle con todos los honores. La Paloma era la última verbena del calendario, según
Pedro de Répide, sin contar la de San José de Calasanz ni la de la Melonera. La Fuentecilla y la virgen eran tan famosos que se convirtieron en escenario para la zarzuela de 'La verbena de la Paloma', que se estrenó el 17 de febrero de 1894 en el teatro Apolo.
Las corralas se adornaban con farolillos y cadenetas, y los balcones lucían su mejor cara para la procesión, en la que se permitía, al igual que en
San Lorenzo y
San Cayetano coger las flores de la carroza para garantizarse pan y trabajo. El gentío era tal que durante el paso no se podía salir de las casas hasta terminado el acto religioso. En el ámbito civil había concursos de mantones de Manila y el de la miss de la calle de La Paloma. Frente a la iglesia se colocaban caballitos y casitas de tiro. La verbena con baile se trasladó a la plaza de Las Vistillas, núcleo fundamental de la fiesta en la actualidad.