José Antonio Marina (Toledo, 1939) ha dedicado su labor investigadora al estudio de la inteligencia, en especial en los mecanismos de la creatividad artística, científica, técnológica y económica. En 2007 puso en marcha el ambicioso proyecto de la Universidad para Padres on line para dar respuestas a padres y madres "desconcertados" ante cómo educar a sus hijos. A pesar de que reconoce que el concepto de autoridad hacia los padres y profesores "se ha perdido a todos los niveles", este 'detective cultural' -tal y como él mismo se define- afirma que es un "disparate" el concepto de las madres que lo dan todo por sus hijos, y que "lo que necesita un hijo no son sacrificios, sino cariño".
¿Cuándo y por qué nace el proyecto de crear una Universidad para Padres 'on line'?
Nació en 2008 para resolver un problema: el de que haya padres que estén muy desconcertados sobre cómo deben de educar a sus hijos. Hay padres que se encuentran muy solos, que quieren hacerlo bien pero no saben cómo. Una encuesta hecha en la
Universidad de Deusto dice que más del 50 por ciento de los padres reconocen que no saben cómo educar a sus hijos.
Nosotros creemos que sabemos muchas cosas y que podemos, aprovechando las experiencias de otros países y utilizando la psicología y los conocimientos de otros profesores, explicárselo de una manera clara y práctica a los padres. Además les acompañamos, si ellos quieren, en la educación desde el último trimestre del embarazo hasta que los niños y niñas tienen 16 años. Pero además, año por año, no dar consejos generales, sino dar los consejos apropiados a la edad del niño. Aparte de eso tienen mucho material, muchos foros donde se consultan unos a otros sus problemas, hablan, quedan para reunirse… En fin, hay un clima estupendo en las aulas.
¿Cree que ese desconcierto del que habla es un problema nuevo? ¿Los padres de ahora están más inseguros en cuanto a la educación de sus hijos que los de antes?
Sí. Siempre lo han tenido, pero ahora es más complicado educar. Por cuatro razones. La primera es porque ahora los padres tienen menos tiempo porque en muchísimos casos trabajan los dos. El 80 por ciento de los alumnos que tenemos este año se encuentran en esta situación.
En segundo lugar porque la sociedad se ha vuelto muy compleja. En muchas cosas para bien. Es cierto que hay más libertad, más posibilidades, somos una sociedad multicultural y hay más disparidad de valores. Eso hace que la tarea de educar sea mucho más complicada. En tercer lugar, las cosas pasan con mayor velocidad y hay una sensación de desconcierto en general, sobre todo porque se ha perdido, a todos los niveles, el concepto de autoridad que antes era muy importante. Ahora no existe ni en la familia, ni en la escuela, ni en la iglesia, ni en los poderes públicos. Hay una especie de desconfianza generalizada. En cuarto lugar, ahora los niños reciben mucha información que viene de fuera de la escuela y de la familia. Ayer estuve con los representantes de
Tuenti y dijeron que los niños pasan 85 minutos de media al día en esta red social. La televisión empieza a tener muy poca importancia y cada vez cobran más importancia Internet o las consolas de videojuegos.
Cuando esas cuatro cosas se dan juntas, educar se convierte en una tarea más difícil y por eso los padres se encuentran más desconcertados. También hay otro asunto que estamos intentando arreglar: la familia y la escuela no se entienden.
¿Por qué esa falta de entendimiento?
Nunca ha habido una escuela mejor que la de ahora pero, mientras antes existía la conciencia de que padres y profesores trabajaban para lo mismo, ahora hay una especie de recelo. Los padres piensan que en la escuela sólo les llamamos cuando su hijo ha hecho algo mal. Los docentes se quejan porque los padres se meten con ellos. Esa desconfianza es injusta por las dos partes y nos está costando eliminarla. Ahora la relación de los padres con los hijos es distinta y los padres se sienten más responsables que lo hijos. Cuando los profesores corrigen o regañan a un niño, los padres sienten que han hecho mal las cosas. Se sienten irritados porque el docente les ha dicho a ellos que están haciendo algo mal. Sienten que ellos son los receptores de la corrección del maestro, cuando está claro que no debería ser así.
¿Sobre qué pilares se asienta el modelo educativo proponen?
Se asienta en una idea de la inteligencia en la que yo llevo mucho tiempo trabajando. Nos parece que lo importante es que el niño, a lo largo de toda la actividad educativa, vaya adquiriendo los recursos para que, cuando ésta termina, sea feliz y buena persona. Estos recursos son intelectuales -tiene que saber cosas y saber pensar-, son recursos afectivos -alegre con seguridad en sí mismo-, son recursos conductuales -tener voluntad, saber tomar decisiones, ser tenaz en las metas que se propone, soportar la frustración- y son recursos morales -tienen que tener sentido del deber y sentimientos-.
Todas esas cosas no se improvisan, se van aprendiendo a lo largo de los años. Nuestro método va en espiral. Es decir, esos recursos se los vamos dando año tras año pero cada vez en un plano más alto, según el niño va creciendo, para que se vayan consolidando bien. Por ejemplo, el hábito de estudio. Los padres piensan: “Mi niño saca buenas notas, no hay problema”. No es verdad. La relación con la lectura o los deberes no se improvisa. Nosotros les decimos a los padres en cada momento qué es lo que resulta más eficaz para que esos hábitos se vayan consolidando.
Podría decirse que el objetivo final es que el niño o adolescente sea feliz ¿No cree que el hecho de que ahora muchos padres tengan esa meta o esa ‘obsesión’ puede ser perjudicial para ellos mismos y se olviden de alcanzar su propia felicidad?
Sí. Una de las cosas que explicamos a los padres es que queremos que los niños sean felices a largo plazo. No que sean felices esta tarde. Si querían ir al parque y no han ido, no pasa nada. Es cierto que en este momento todavía hay una idea de que las madres deben hacer todo por sus hijos. Que pierden su derecho a la vida personal. Eso es un disparate. Es un disparate en primer lugar porque no garantiza que van a educar mejor a sus hijos. Al contrario, los hijos se pueden acostumbrar a que su madre esté de criada para hacer todo.
Los padres deben tener su propia vida, su propio proyecto personal y sus propios intereses. Lo que pasa es que durante los primeros años de la infancia van a tener que dedicar mucho tiempo a sus hijos, pero deben procurar no renunciar a nada. La llegada de los hijos complica mucho la vida de muchas parejas y muchos matrimonios porque piensan que su relación ha dejado de tener sentido. Se trata de tener una cierta sensatez que sea eficaz a la hora de educar.
Lo ideal es que los hijos, al final, se vayan de casa y vivan su vida de manera independiente. Si sólo te dedicas a tus hijos, queda el síndrome del ‘nido vacío’. Por eso insistimos mucho en que los padres tengan su vida propia. El hijo no necesita sacrificios, lo que necesita es mucho cariño.
Esta Universidad para Padres está enmarcada dentro de un proyecto más amplio llamado ‘Movilización educativa’, creado en 2005 ¿En qué consiste exactamente?
Se trata de un proyecto ambicioso que tenía en cuanta que todos influimos en la educación de los niños. Había que llamar la atención de que todos estamos educando y que debemos hacerlo bien. Por eso el lema de la ‘movilización educativa’ era
“para educar a un niño, hace falta la tribu entera”, en consecuencia, para educar bien a un niño hace falta una buena tribu. Era una iniciativa para implicar a mucha gente en las tareas educativas, aparte de a los padres y los docentes. Por ejemplo, en los municipios se pueden ir poniendo en marcha los programas. Hay programas que tratan problemas como el fracaso escolar, el abuso del alcohol, la violencia en las aulas o en las calles, el fomento de la lectura… Son muchas cosas que si se hacen a nivel escolar son muy poco, y si se hacen a nivel nacional, es demasiado. En cambio, nos parece que los municipios son el tamaño óptimo para movilizar a mucha gente como ‘ciudad educativa’.
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De ahí surgió la idea de la escuela de padres. Nos pareció que era importante y urgente. Hemos estado buscando por todo el mundo y no hay nada tan ambicioso como lo nuestro. La Universidad de Harvard por ejemplo tiene un programa muy bonito y prestigioso pero es un programa general para todos los padres, de manera que da igual que tu hijo tenga 3 o 10 años. No es tan preciso. También existen programas concretos para tratar problemas concretos. Pero eso en conjunto no resulta útil y es inviable.
La Universidad de Padres ha adquirido un importancia mayor de la que preveíamos. Por eso, creamos una fundación aparte. Hemos vuelto a pedir colaboración a mucha gente. La Asociación Española de Pediatras, la Fundación contra la Drogadicción, muchos municipios o redes como 'Wikisaber' ya nos han dicho que quieren colaborar con nosotros. Es tener la universidad al alcance de un 'click'. Las escueles que había antes y eran presenciales no funcionaban porque los padres de ahora no tienen tiempo. El tiempo que hemos pautado es de unas seis horas al mes que cada persona se organiza como quiere.
¿Qué requisitos, si es que hay alguno, deben de cumplir los padres que quieran apuntarse? ¿Cuántos alumnos hay actualmente?
El único requisito necesario es tener unos conocimientos muy básicos y elementales de informática. De todas maneras contamos con un servicio de asesoría técnica que es útil en los primeros días. En el curso que termina ahora, tuvimos 5.000 solicitudes pero sólo pudimos matricular a 2.000, porque no teníamos más tutores preparados.
Este año, que además hemos ampliado la edad de 9 a 16 años, esperamos que haya una avalancha. Pero bueno ya tenemos tres años de experiencia y hemos visto que los sistemas funcionan.
¿Qué opinión tiene del sistema educativo de nuestro país?
Es el mejor que hemos tenido nunca pero no es suficientemente bueno para una sociedad avanzada. Nosotros estamos en un nivel discreto en comparación a nuestros países vecinos. Hemos hecho bastante bien la enorme incorporación de alumnos inmigrantes, no hemos tenido problemas serios. Pero se nos está quedando muy anticuada la escuela. Poner al día la escuela es muy difícil porque exige, no cambiar un ley, sino cambiar el desarrollo de los programas y cambiar la manera de enseñar del profesorado.
Lo que más preocupa a los docentes de ahora no es cómo enseñar matemáticas, sino cómo mantener el orden en clase. Antes el orden se imponía muy fácilmente. Hay además un influjo muy grande de toda la sociedad de consumo. Estan conviertiendo a los niños en ‘súper consumidores’. Hay que tener cuidado con la televisión, y que los niños la vean lo menos posible.
Necesitamos cambiar la formación del profesorado, contar con las familias y subir el nivel de exigencia.
Usted es autor del libro de texto de ‘Educación para la Ciudadanía’ de la Editorial SM ¿Qué opinión tiene sobre la polémica que rodeó a esta asignatura?
Fue una polémica desenfocada y absurda. Empezaron a ver un delito donde no lo había. Hubo una especie de campaña de descrédito y de sospechas donde parecía que ya no valía lo que estaba escrito y todo era una campaña para pervertir a los niños. En realidad era un programa que venía recomendado por la Unión Europea, porque todos los países lo tienen, y tenía un marco muy claro. Era enseñar los Derechos Humanos pero no desde un punto de vista teórico. Es absolutamente necesario y la crispación que se produjo no tenía sentido.
Dijeron que en la escuela no debía darse educación moral ¿Pero cómo no vamos a dar educación moral en la escuela? ¿Por qué no decirle a un niño que pegar a otro es malo y ayudarle es bueno o que huir con el dinero del Ayuntamiento es malo? Es un disparate. No entendí esa ferocidad con la que se atacó la asignatura. Respecto a mi libro, no ha habido ningún tipo de protesta aparte de que en una radio se dijo que era el más peligroso de todos porque no tenía nada objetable.
En alguna ocasión usted ha afirmado que se siente como un filósofo frustrado ¿A qué se refería?
No me acuerdo de haber dicho eso, pero sí es verdad que me siento frustrado por varias cosas. Soy un escritor de novelas policíacas frustrado o un cantante de tangos frustrado, eso sí. Lo que sí que me considero es un detective privado y por eso he escrito las memorias de
Mermelada & Benji -su agencia imaginada de detectives-. De ahí salen el libro de
Memorias de un investigador privado y otro que se llama
La conspiración de las mujeres. A mí me gusta más decir que soy un detective cultural que decir que soy filósofo.
¿Es usted padre? ¿Ha puesto en práctica lo que ha aprendido?
Sí, pero sobre todo hay que aprender cómo lo están haciendo los que mejor lo hacen. Nosotros estudiamos como lo hacen los padres orientales y los occidentales… Además en este momento hay muchos tipos de familia lo que introduce más novedad. Hay familias monoparentales (aunque no tanto como en los países nórdicos), adoptadas, reconstituidas con niños de dos matrimonios distintos, diferentes culturas, etc. Hasta ahora que sepamos no tenemos ninguna familia homosexual como alumnos, aunque tampoco lo hemos preguntado. Cambiamos un poco los programas en función de la familia.
¿Qué consejos daría, tanto a padres como a hijos, para alcanzar la felicidad?
A los padres, que tienen tres grandes recursos: la ternura, la exigencia y la comunicación. Y deben saber utilizarlos. Respecto a los chicos, lo mismo. Necesitan las tres cosas. La ternura de sus padres, los límites que les ponen y el poder comunicarse con ellos. Ese es el origen de la educación. Deben independizarse de sus padres pero manteniendo esos vínculos. Cuando se da esa mezcla, es muy bueno para todos.
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