La explotación sexual de las mujeres es un negocio que solo en España produce unos cinco millones de euros al día. Según datos del Ministerio del Interior, en 2020 unas 3.867 personas fueron identificadas ejerciendo la prostitución y en 2019 la cifra asciende a las 8.405. Sin embargo, y según las principales organizaciones dedicadas a luchar contra esta lacra, estos datos están muy lejos de la realidad.
Las redes de trata están extendidas por todo el territorio nacional, sin embargo, en la Comunidad de Madrid existe una mayor concentración. Uno de los datos que mejor refleja esta situación es que de cada 10 mujeres atendidas y rescatadas de la explotación sexual, siete viven en Madrid. Además, existen unos 450 prostíbulos y sin embargo, la región solo dispone de 25 plazas para atender a las víctimas de trata.
APRAMP es la asociación para la prevención, reinserción y atención a la mujer prostituida. Esta es la principal entidad del país que se dedica a atender, rescatar y acompañar a las mujeres víctimas de la explotación sexual. El trabajo de este colectivo implica diferentes ámbitos: la atención social en forma de centros de acogida, la formación para el empleo y el trabajo de campo.
El infierno de la prostitución
Una mayoría de mujeres que acaban sometidas a una red de trata con fines de explotación sexual son extranjeras. Las nacionalidades más comunes son la rumana, la colombiana, la dominicana o la brasileña y esto no responde a la casualidad. Los gustos de los puteros condicionan el color de la piel, del pelo y, por supuesto, del tipo de cuerpo de las mujeres prostituidas. Por supuesto, estas preferencias condicionan también la edad de la víctima y en este punto, alertan desde APRAMP, se piden cada vez más jóvenes.
Existen varias formas de ser engañada por una red de explotación sexual. Una de las más comunes es la falsa promesa de trabajo en el extranjero, normalmente en un destino europeo. Estas organizaciones criminales funcionan en muchos casos con una suerte de sucursales extendidas en muchos y muy diferentes países del continente americano, africano y también asiático. Los captadores suelen atraer a las futuras víctimas con ofertas de empleo, normalmente para trabajos como el cuidado de personas mayores o de niños.
Las víctimas no tienen por qué venir de la pobreza o de familias desestructuradas. En muchos casos, se trata de personas jóvenes que necesitan ahorrar para continuar con sus proyectos de vida: pagar estudios universitarios, ahorrar para adquirir una vivienda o simplemente para vivir una experiencia diferente. De este modo, cuando los captadores encuentran a una mujer con este tipo de perfil vital y físico comienzan a tejer una relación de confianza que culmina, normalmente, en un viaje de avión.
La historia de Marcela
Marcela no se llama Marcela, es solo un nombre ficticio para mantener su anonimato y para que sus antiguos explotadores no la identifiquen ni a ella ni a su familia. En 1998 estudiaba Derecho en Brasil, su país de origen, pero por problemas económicos no pudo continuar sus estudios. A través de una señora encontró una oferta laboral bastante interesante: trabajar durante seis meses como cuidadora de personas mayores en Portugal por un sueldo que superaba los 1.000 euros al mes. El trato incluía el coste del billete del avión, precio que iría pagando en los primeros meses de trabajo.
Marcela confió en esta oferta laboral porque realmente no había ninguna razón para dudar de ella, aparentemente todo estaba bien. Acompañada siempre por los responsables de esta falsa agencia de trabajo, llegó al pueblo donde se suponía que iba a trabajar, en el norte de Portugal. El mismo día, una de las señoras responsables del supuesto empleo le pidió su pasaporte para ponerlo a resguardo en una caja fuerte, con la excusa de protegerlo y prevenir su pérdida dado que su situación legal como extranjera era delicada.
Poco después, Marcela junto a otras siete mujeres fueron llevadas a una habitación de hotel por la misma señora que hasta ese momento había sido toda amabilidad junto a tres hombres de seguridad. Allí, les comunicó que desde ese día se iban a a dedicar a ejercer la prostitución. “Este no fue el trato, yo me voy mañana y ya iré pagando el billete del avión”, dijo Marcela. “Ahí llegó la primera bofetada”, añade.
Desde ese momento y durante los siguientes seis años, Marcela ejerció la prostitución en diferentes ciudades y siempre bajo la amenaza de agredir y asesinar a su familia en Brasil si intentaba huir. Después de Portugal la trasladaron a Sevilla donde, además, la obligaban a consumir cocaína. Al cabo de un tiempo, volvieron a desplazarla para ser prostituida en un ‘macroburdel’ de Fuenlabrada.
Fuenlabrada fue un punto de inflexión. Su estado emocional, mental y físico era cada vez más inestable. “Una vez estuve con un putero dos semanas y aquello fue mi tope”, relata Marcela recordando que en ese momento tomó una decisión. “Viva o muerta, yo tengo que salir de aquí”, concluye.

Rescate y nuevo comienzo
Marcela ya conocía APRAMP y decidió recurrir a ellos. No fue fácil ponerse en contacto y contarles su caso, los teléfonos estaban controlados por los proxenetas. Sin embargo, a través del móvil de una compañera consiguió hacer la llamada. Una unidad móvil de la asociación acordó una hora con Marcela. Ella solo tenía que salir del burdel y montarse en el coche pero eso no era tan sencillo. El prostíbulo estaba bien vigilado entre cámaras y agentes de seguridad que guardaban las puertas y el interior del local. Aún con todo, Marcela aprovechó el descuido de uno de estos agentes y consiguió escapar corriendo y montarse en aquel coche.
Hoy Marcela trabaja en APRAMP como trabajadora social ayudando a otras mujeres a salir de la prostitución. Tiene las ideas muy claras y asegura que ejercer la prostitución no puede ser considerado como un trabajo. Ella es abolicionista: está a favor de la prohibición total de la prostitución, de la persecución de los proxenetas y de la sanción a los puteros.
Según el último estudio realizado por las Naciones Unidas sobre este asunto, en España el 39 por ciento de los hombres ha tenido relaciones sexuales, al menos una vez, con una prostituta. El pasado 23 de septiembre fue el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños y desde diferentes organizaciones y colectivos como APRAMP piden un plan integral a todas las administraciones para erradicar uno de los negocios más lucrativos y subterráneos del mundo; un plan que por ahora no tiene visos de materializarse de forma efectiva.