Según el censo municipal de animales de compañía del Ayuntamiento de Madrid, en la capital hay 278.460 perros y 91.558 gatos. Puente de Vallecas, Carabanchel y Latina son los distritos con más perros registrados como mascotas, mientras que Centro, Latina y Hortaleza se pueden considerar los más felinos.
En las estadísticas municipales no figuran más especies de animales, aunque es habitual encontrar en las viviendas otro tipo de mascotas que conviven en armonía con sus dueños, comenzando por las aves más asociadas al hogar, como el periquito, el canario e incluso el loro, hasta los clásicos hurones, conejos o hamsters.
Lo que no suele ser demasiado común en Madrid es tener como mascota un cerdo, llamarle Bacon y pasearlo por La Elipa.
Sara Allegria es una italiana que reside en Madrid desde hace tres años y a la que un viaje por el sur de España le cambió la vida. “Hará un año y siete meses conocimos a una señora en un pueblo de Almería que tenía un cerdito y quería deshacerse de él”. Sara pensó en quedárselo, aunque David, su pareja, no estaba muy convencido. Al volver a Madrid lo hablaron y se lanzaron. “Era una pena, podía morir, así que nos organizamos. Al final se lo tuvimos que pagar a la señora y buscar una compañía de transportes para traerlo a Madrid”, cuenta Sara, que se ha criado en una finca con caballos y perros, de modo que, en principio, incorporar a su vida cotidiana un cerdito le parecía lo más normal del mundo.
Imposible encontrar alojamiento
Pero pronto se dio cuenta de que las cosas no iban a ser fáciles con un cerdo en casa. En primer lugar, por la dificultad de encontrar un lugar vara vivir. Ahora mismo Sara, David, Bacon y un gato de nombre Mim, viven en una habitación de alquiler en una casa compartida, pero se tienen que mudar y la búsqueda de piso está resultando misión imposible.
“Si ya te ponen pegas al decir que tienes una mascota, cuando se enteran de que es un cerdito se te ríen en la cara o directamente no te contestan”, explica a Madridiario. Han pensado no mencionar este ‘pequeño dato’ cuando contactan con los dueños de pisos en alquiler, “el problema es que en algunos contratos te hacen firmar que si metes una mascota te pueden echar y tampoco es lo que queremos”. Esta peculiar familia está interesada en encontrar un alojamiento algo más estable, pensando también en el cerdo, que “necesita una terraza”.
Sara asegura que Bacon no da problemas. “Le hemos llevado a hoteles y restaurante y se ha portado bien, nunca ha roto nada”. Pero el hecho de ser un cerdo, por lo general, provoca rechazo también en el ámbito de la hostelería. “Que por ley venga reconocido como animal de granja y no como mascota no ayuda a que la gente acepte a mi cerdito”, se lamenta la italiana, quien emplea el diminutivo para referirse a él, aunque Bacon pesa unos 30 kilos. “Tiene el tamaño de un bulldog inglés, es un mini-cerdito que ya no crece más”, subraya.
A diferencia de algunos perros, el ‘pequeño’ Bacon no arma ningún escándalo cuando sus dueños tienen que salir a trabajar o hacer cualquier recado y le dejan solo en casa, así que el vecindario apenas nota su presencia. “Al principio, cuando le dejábamos solo, de vez en cuando hacía un ‘despechito’, pero nunca un problema grande. Si se ofendía, dejaba un cajón abierto, pero no rompía nada ni sacaba nada. Lo hacía para llamar la atención. Pero ahora que ya es mayor, se ha acostumbrado y si se tiene que esperar, se espera”.
Según cuenta Sara, nunca ha recibido quejas de ningún vecino por la presencia del animal. “Todos le tiene mucho cariño. Es silencioso. No se le oye. Está muy bien educado. Cuando le sacamos a la calle se porta fenomenal, no hay que ponerle la correa porque me sigue. En La Elipa todos se hacen fotos con él”. Y es que Bacon es ya toda una celebridad y cuenta hasta con sus propias cuentas en Instagram y Tik Tok: Mr_baconpig.
Una publicación compartida de Mr Bacon (@mr_baconpig) el
Muchos humanos, y también animales, envidiarían los cuidados que recibe Bacon que, además de llevar chip y tener todas las vacunas necesarias y papeles en regla, como cualquier otra mascota, “tiene sus productos especiales para el cuidado de la piel y las patas, champú especial para piel atópica, crema de protección solar de farmacia… La verdad es que lo tenemos como un niño mimado. Y, sí, es más caro que tener un perro”. Pero también parece que le da más satisfacciones, porque compara a su cerdito con el perro de su familia en Italia y “aquel no sabe hacer ni la mitad de las cosas que yo le he enseñado a Bacon. Salvo sentarse, mi perro no hace nada más. Bacon se sienta, da la vuelta, se tumba…”.
En cuanto a su alimentación, podría decirse que Bacon es vegano, se alimenta solo de fruta, verduras y pienso para caballos, “aunque al ser omnívoro puede comer de todo. De vez en cuando le damos algún caprichito, se muere por el pollo con avena. Pero hay que cuidarle mucho la dieta para que no engorde, porque podría tener problemas de salud”, apunta su dueña.
Lo que más le cuesta a Sara es el veterinario, que “al ser exótico, es más caro y lo malo es que, al no ser reconocido como mascota, no hay compañías de seguros que ofrezcan una póliza por él”. De modo que cualquier visita de este tipo la pagan de su bolsillo.
Dificultades para viajar con un cerdo
Otro inconveniente que les ha traído Bacon es la imposibilidad de viajar, porque no es un animal que puedes dejar a cualquier persona o solo en casa durante mucho tiempo. ”Después de un mes buscando un hotel que nos permitiera alojarnos con él, el año pasado pudimos darnos una vacaciones por primera vez, aunque tuvimos que pagar un suplemento”.
Más le está costando viajar a su tierra. Desde que vive con Bacon no ha podido llevarle a Cerdeña a conocer a su madre, que la animó a acoger al cerdo cuando conoció la intención de su hija y ya se refiere al animal como su nieto.
Sara llamó a la compañía de transporte marítimo Grimaldi para consultar si podía viajar en uno de sus barcos con su mascota hasta Cerdeña. Tras un mes de preguntas y trámites, de ver cómo se pasaban la pelota de unas a otras divisiones de la empresa, “al final, ya ni siquiera me cogían el teléfono o me colgaban”. Un conocido preguntó en la base de Nápoles y le dijeron que la única opción es que pagara el equivalente a tres billetes, unos 1.600 euros, por un pasaje para el cerdo.
Sara insiste que ella hizo lo legal, llamar para informarse porque sabía que no es un animal convencional, “podía no haberlo hecho así, porque en la web de la Grimaldi si buscas ‘viajar con mascota de Barcelona a mi isla’, solo te pregunta el peso. Así que no lo entiendo, porque también transportan caballos”.
Para moverse por Madrid, cuando Bacon era más pequeño, alguna vez utilizó el metro, pero ahora ya no, “porque atrae mucho la atención, la gente lo rodea y se pone un poco nervioso. Lo hice por su bienestar”. No les queda otro remedio que moverse con él en su propio vehículo, porque también ha descartado optar por los VTC después de una mala experiencia que tuvo cuando Bacon era aún más pequeño. “En un Cabify me anularon el viaje en la cara al ver que me acompañaba un cerdito. Y ni me devolvieron el dinero”. Y es que Bacon ya no cabe en un transportín ni en una bolsa de viaje.
En contra de lo que cualquiera podría pensar, Sara insiste en que el cerdo es un animal muy limpio. “Ni siquiera tuvimos que educarle. Cuando llegó a casa le puse un arenero y él empezó a hacer pis y caca allí solo, sin enseñárselo. Luego a los cuatro meses empezamos a sacarle a la calle después de vacunarle y ya solo hacía la caca en la calle y si puede, aguanta el pis también”, presume su dueña, como una madre primeriza, para añadir que “Bacon es el primero que se tira a la ducha cuando ve agua” y cuando termina de comer, “se limpia el morro encima de tus pantalones, que tú dirás que te los está dejando sucios, pero él personalmente se queda limpio”.
Y a pesar de las dificultades para encontrar una casa de alquiler, de no poder viajar a ver a su familia y de que muchos la miren como un bicho raro, Sara no se arrepiente de haber dejado entrar a Bacon en su vida. “Quiero sensibilizar a la gente sobre el hecho de que, aunque no sea una mascota convencional, sí puede ser una mascota. No solo es comida. Depende también de cómo le crías”, concluye.