Como ciudadano de Madrid lamento que Podemos utilice mi Comunidad para acreditar la propaganda política que diseña Pablo Manuel Iglesias. En eso ha consistido, sin duda alguna, la moción de censura que acaba de debatirse en la Asamblea regional. La presidenta Cifuentes continúa en su puesto y los dirigentes de Podemos han publicitado su mercancía ideológica sin gastarse un euro.
No hubo nada de nada: ni candidato fiable, ni programas sectoriales de gobierno, ni posibilidad alguna de reunir una mayoría alternativa que anule el pacto firmado por el Partido Popular y Ciudadanos. Algarabía de insultos y alboroto populista, esas han sido las características de una sesión parlamentaria que ha quedado en muy poco. No me extraña que Ángel Gabilondo, un político sensato y consecuente con su ideario ético, haya pasado del espectáculo.
Encargaron el papelón censor a una diputada prácticamente desconocida y Lorena Ruíz-Huerta hizo lo que pudo. Parecía una marioneta morada del tiburón Espinar. Ella actuaba de telonera y su jefe se encargaba de fustigar y provocar a Cristina Cifuentes. Ella cuadraba el toro de la moción y el otro se lucía con la muleta. En la tribuna se sentaban, muy juntitos y muy satisfechos, los patricios de Podemos, chupando cámara y protagonismo político.
Allí estaban, entre otros, Pablo Manuel Iglesias, Errejón, Montero y Monedero. Lo mejor de cada casa, simulando una concordia interna que no existe. Me fastidia, ya digo, que tengan como trastero la Comunidad de Madrid. En ese cuartucho ensayan sus estrategias futuras y almacenan a los que han perdido en sus confrontaciones intestinas.
Existen motivos más que suficientes para censurar al Partido Popular de Madrid. A la sombra confortable de su poderío electoral y de sus mayorías absolutas, en etapas sucesivas y con protagonistas diferentes, la corrupción ha podrido todas sus estructuras. A la trama Gürtel, que se urdió aquí, se han sumado las redes de la Púnica y la Lezo. En ese saco han caído empresarios afines, concejales, alcaldes, diputados, altos cargos, consejeros, un vicepresidente y un presidente de la Comunidad.
En la actualidad, más les valiera disolver la formación y alumbrar una organización nueva, pero no parecen dispuestos a caminar por esa senda. Mientras tanto, las marionetas moradas de Iglesias, entre las que incluyo al PSOE de Madrid, siguen moviéndose en el teatrillo de la política madrileña. Solo Ciudadanos, cuando les venga bien, pueden complicarle la vida a Cristina Cifuentes.