Julián Díaz todavía recuerda acompañar a su padre al campo en Villarejo de Salvanés, con tan solo nueve años, para recoger el esparto que les ayudaba a llegar a fin de mes. El esparto ha representado una fuente tradicional de riqueza para los vecinos de esta localidad, ubicada en la comarca de Las Vegas, destacando a lo largo de casi medio siglo XX como una de las actividades protagonistas de la economía local. Fueron muchas las familias, como la de Julián, que trabajaron gracia a la producción de esparto, ocupándose de la recolección, preparación y transformación final de la planta.
Un oficio que este hombre, casi octogenario, califica de “muy duro” por las largas horas que pasaban a la intemperie y los viajes que tenían que realizar para recoger esta materia prima, que posteriormente trabajaban en las fábricas instaladas en el municipio. “Era muy trabajoso. Recuerdo como mi padre viajaba a Guadalajara y se quedaba allí varios días para recoger el esparto”, rememora este alcorano. Su mujer, Paula Gutiérrez, también guarda en su memoria momentos con su tío, que trabajaba en una fábrica del municipio elaborando estropajos. Y ahora, ella prepara esas estrazas.
Tradicionalmente, el esparto se consumía como primera materia en la confección de capachos para la prensa de la uva y la aceituna, de pleitas o trenzas manuales para diversos usos, de cestas para recolección de frutas y serones para el transporte, espuertas de todas clases, para ramales y arreos de caballería y equipamiento de carros y, así mismo, se empleaba para una infinidad de labores del trabajo agrícola.

Aunque no se dedicaran al oficio como sus familiares, tanto Díaz como Gutiérrez quieren “que no se olvide” el trabajo que se realizaba con el esparto en Villarejo de Salvanés, donde la explotación de esta materia prima proviene de una antigua tradición, llegando a tener más de 20 cobijos dedicados a la producción de este material. Sin embargo, esa tradición se perdió relegándose a una serie de exhibiciones con el peligro de perder el conocimiento sobre la técnica del esparto.
“Las exhibiciones nunca se habían planteado como una transición de conocimiento, solo eran muestras donde los maestros enseñaban la metodología sin dar pie a que surgiera una toma de conciencia de como la industria del esparto se convirtió en un motor económico en nuestro municipio”, apunta Esther San Vicente, presidenta de ‘Al Fresco, museos efímeros’, asociación que se encuentra sumergida en la labor de recuperar la tradición y explotación espartera en el municipio.
Para esa misión de recuperar la tradición espartera cuentan con Julián Díaz, quien, recordando esos momentos con su padre en el campo, empezó a aprender cómo hacer “cosas más artesanales” unos meses antes del confinamiento por la pandemia. Con la desaparición de las fábricas de esparto en el municipio, los alcoranos se fueron a la capital para trabajar en la construcción y en otras industrias. “El oficio del espartero era muy sacrificado, ganabas según los kilos que recogías. Cuando fueron a Madrid a trabajar, la gente ganaba más dinero y con mejores condiciones”, confiesa Julián Díaz.
La nostalgia apareció entre los alcoranos cuando la asociación organizó una serie de encuentros en 2018 dónde preguntaban sobre la belleza en diferentes extractos de la población: “Nos encontramos con que los mayores tenían asociado el esparto a su infancia y su juventud. Pero los niños y jóvenes no sabían nada y vivían de espaldas a su paisaje y a los recursos que podían ofrecer como sector primario”.

Fue en ese momento cuando el colectivo se preocupó por recuperar la tradición y que el esparto regresase al imaginario colectivo de los habitantes del municipio, tanto jóvenes como los más mayores. Aunque “el esparto había muerto con la aparición del plástico, había mucho trabajo por hacer”, ‘Al Fresco, museos efímeros’ se puso manos a la obra para “recuperar el punto de vista creativo en el que tuviesen cabida las técnicas más ancestrales, pero donde también se pudiera investigar sobre el papel que tienen las fibras naturales en el arte y el diseño contemporáneo”.
Y así surgió un grupo motor -con un taller semanal- con maestros hiladores en el que participan una treintena de personas. También acuden ingenieros y profesores de universidad a impartir sus conocimientos para mezclar “la tradición espartera con la vanguardia”.
Cada participante del taller “hace un poco lo que quiere” y elabora sus propios artículos como bolsos, alfombras o, incluso, estropajos que se fabrican con los desechos que sobran de la elaboración de cuerdas. “Los estropajos de fibra de coco se han puesto de moda por razones ecológicas. Ahí vimos una demanda que podíamos cubrir”, relata San Vicente. Es Paula Gutiérrez la encargada de mostrar a los participantes del curso cómo se tiene que aprovechar esos residuos de la cuerda de esparto para poder ejecutarlos.
Antiguamente, el esparto "no era tan artesanal" y utilizaban este material para reforzar y forrar los carros, capachos para la recogida de uvas o "peludos" al modo de alfombras que decoraban las casas.
Proceso del esparto
El esparto “es capaz de crecer y sobrevivir donde no crece nada. Se trata de una materia prima que se encuentra en todos los lados” de Villarejo de Salvanés, por lo que los recursos para el taller y una posible industria en el municipio “están asegurados”, a pesar de que la explotación de la flora está regulada por Medio Ambiente: “Hemos solicitado el permiso para un par de parcelas de unos colaboradores".
"La gente del pueblo se está volcando en el proyecto”
El proceso para recoger el esparto de la tierra es totalmente manual. Lo desempeñan gracias a una vara de hierro llamada ‘collazo’ de unos 30-40 centímetros de longitud, que cuenta con “dos bolas” donde se enreda la planta y “se arranca”.
En el taller trabajan tanto el esparto verde o crudo como el cocido. Para cocerlo, lo dejan “en agua durante un mes y con unos mazos se golpea para separar las fibras y manejarlo mejor”. Además, también han construido un bombo de rastrillar para ser “más autónomos” y poder elaborar el “proceso de rastrillado”, que antiguamente no se realizaba en el municipio, a diferencia de los otros dos procedimientos.

La asociación ‘Al Fresco, museos efímeros’ va más allá. El colectivo pretende que ese taller, que comenzó para transmitir la cultura espartera de abuelos a nietos, pueda llegar a convertirse en un nuevo motor económico en Villarejo de Salvanés.
“Va a costar que sea una profesión, pero estamos intentando abrir mercado”
En la actualidad, esta asociación mantiene conversaciones con una tienda de la Plaza de la Paja dedicada a artículos artesanales como la cerámica, cestería o elementos de cosmética para entregarles cuerda de esparto con la intención de elaborar cortinas. “Queremos generar cierto emprendimiento y trabajar en la entidad del lugar, quizás podamos convertirnos en un sitio donde la gente venga a buscarlo (el esparto)”, desea. “La propia Comunidad de Madrid ya es consciente de la necesidad de salvaguardar y el riesgo que se corre de perder todo esto”, apunta.
Apoyo económico
La asociación concursa para conseguir alguna subvención para todos los talleres que desarrollan, incluido el de esparto. Sin embargo, la presidenta de la asociación asegura que han tenido que adelantar dinero porque todavía no les ha llegado el ingreso correspondiente al 2022 y desconocen cuándo van a recibir los 2.300 euros de este año.
Mientras que se encuentran a la espera de recibir la declaración de Bien de Interés Cultural, que les ofrecerá un mayor apoyo económico y también les otorgará más facilidades a la hora de conseguir maquinaria relacionada con la industria espartera, como dos ruedas de hilar que se custodian en el museo etnográfico, ‘Al Fresco, museos efímeros’ continúa con su labor divulgadora participando en ferias como la de Fitur y participando en eventos en Madrid capital como la en Centro de Acercamiento a lo Rural, la Pelunbrería o La Casa Encendida, donde estarán esta primavera.
El esparto

El esparto es una planta de la familia de las gramináceas y, en nuestro país, se la conoce popularmente con el nombre de atocha. La planta del albardín o esparto basto es de una especie muy afín pero de calidad inferior. La longitud del esparto es variable, dependiendo del clima y el terreno puede llegar a sobrepasar el metro de altura. Posee una hojas muy finas que se encuentran unidas a la mata por una articulación de su base que los cultivadores llaman uña.
Crece en regiones áridas desde el nivel del mar hasta grandes altitudes, aunque en España no es habitual que supere los 1.100 metros. Su desarrollo se inicia en el otoño y madura muy cerca del verano, durante los meses de mayo a junio. Es, entonces, cuando las hojas se presentan a punto, verdes y encorvadas.
Murcia, junto a Almería, ha sido tradicionalmente una de las principales provincias productoras de esparto y, particularmente, en el pueblo de Cieza, esta manufactura tuvo una vital importancia. Madrid formaba parte de un segundo núcleo productor integrado por las provincias de Jaén, Toledo, Valencia, Alicante y Málaga.