Tras el estupor causado por tan misteriosas y trascendentes palabras, los dos agentes, ya no tan secretos, se iban recuperando poco a poco
- ¿Cómo? ¿Usted? ¿En este bar? – iba diciendo atónita Montse Rebull mirando a su alrededor con aprensión…
- Sí –afirmó muy serio Telesforo- aunque le parezca raro, sí
- ¿Y…cómo...?
Telesforo, aprovechando que había cerrado el local, sacó del bolsillo un paquete de tabaco de liar
- Con su permiso…. –y haciendo caso omiso del conato de objeción de
Montse, interceptado por un oportuno pisotón de Montull bajo la mesa- comenzó a liarse un cigarrillo- La cosa viene de lejos. Mi padre, el primer Telesfor de la saga, nació en Barcelona, huyendo de Madrid en plena caída de la República. Su padre había sido un dirigente de la CNT y los carniceros franquistas le tenían ganas. Allí fue recogido por la familia Recollida, que lo trató como un hijo. Cuando creció, se hizo catalanista y entró al servicio personal del president Tarradellas –la subida y bajada automática de Montull y Rebull provocó un pequeño cataclismo de vasos y platos al suelo al que Telesfor II no hizo caso y siguió su relato- Con los años nací yo. Al cumplir los quince mi padre me mandó a Madrid con su hermana Paca, vecina de este barrio de toda la vida, y dueña de este establecimiento tradicional, para que yo no perdiera mis raíces. Y un día, ya al frente de este emporio –sonrió con ironía- recibí una llamada…
Sus dos interlocutores seguían su relato con la boca abierta, como pajaritos esperando la pitanza. Con un gesto teatral, Telesfor II interrumpió el relato para acercarse a la puerta y hacer frente a un cliente que llevaba diez minutos aporreando el cristal.
- Pero ¡qué cojones quieres, Paquito! ¿No ves que está cerrado?
- ¡Es que me estoy meando! Y aquí fuera hace mucho frío…
- No te jode, ni que fuese la casita de los pobres ¡Anda y tira p’allá!
Vente en media hora…
El ex yonqui, resignado, comenzó a mear pausadamente en la esquina del bar con la calle chaflanera.
Telesfor II, parsimoniosamente barrió los cristales del suelo, trajo otras bebidas y una ración de chorizo ibérico que fue inmediatamente atacada por los dos agentes secretos
- No es el fuet de allá, pero bueno. ¿Por dónde iba? Ah, sí. – Telesfor II se inclinó sobre la mesa que iba reculando con el empuje de su panza- Recibí una llamada…que tenía que contestar…
Los dos agentes estaban empezando a pasar de la intriga al mosqueo, con tanto preámbulo, pero siguieron boqui-abiertos al desenlace.
- Era mi padre. Estaba en las últimas y me pedía un favor… Un favor y un compromiso: tenía que formar parte de un ejército secreto de Catalunya en Madrid… -concluyó al fin, teatralmente. Y acepté, claro que acepté.
Una vez soltado su secreto biográfico, Telesfor II se relajó, se enderezó y se bebió de un trago la cerveza doble que había tenido todo el tiempo bailando en la mano.
- Desde entonces constituyo la célula del CNIcat en Madrid
- ¿Y cuanta gente sois? –inquirió amablemente Montse Rebull
- Bueno, sólo yo. Es una célula unipersonal. Bueno, también a veces implico a Telesfor III, mi hijo, que me ayuda con los temas informáticos y tal…mandar algún correo… Pero éste está a lo suyo, mayormente.
- Ya –asintió comprensivamente Montse- Y… ¿has tenido que hacer misiones… delicadas?
- Bueno, la mayor parte del tiempo estoy aquí, a lo mío, en el bar.
Atento. Pendiente. Alerta. De momento poca cosa. Cobertura cuando hay un partido Madrid-Barsa, atender a colegas como vosotros… Pero hace poco escuché una conversación que es la que puse en conocimiento de Turull
Los dos agentes se acercaron más para oír a Telesfor II que había bajado la voz.
- En esta misma mesa que estamos ahora nosotros, capté una reunión de altos mandos de la policía municipal y cargos del Ayuntamiento con nuestro ex agente Joanet. Le reconocí perfectamente, aunque tenía puestas varias capas de ropa para parecer más grueso. Entre las cañas y tapas que iba poniendo oí que estaban pendientes de una reunión que iba a tener la alcaldesa con una delegación catalana
- ¿Cómo? ¿Una delegación catalana? –repitió maquinalmente Montse Rebull
- Sí. No pude averiguar si de Esquerra o de los Comuns… Bueno, la verdad es que últimamente me estoy perdiendo un poco con la cosa de los partidos allí. Ahora CiU es los Junts per la Llibertad en coalición con la Crida Perpètua ¿no? No, no, ¿con Unió… de la terra?
- Pero, Telesfor, ¿qué collons estás diciendo? - le reprochó Montull.
Pareces un marciano más que un agente, ¡hostia!
- Bueno, voy a traer otras cañas –se levantó Telesfor para disimular su ignorancia.

Mientras Telesfor se iba para la barra y los dos agentes se miraban como dudando de la coherencia de su contacto, Montse le recordaba a su compañero la cosa logística
- Tenemos que decirle que Turull nos prometió alojamiento en su casa.
Yo no pienso seguir adelantando dietas para el hotel….
- Tienes razón Montse. Nos tomamos esta caña, pactamos el plan y se lo decimos. ¡Coññño, qué buena pinta tienen esos callos!
Telesfor, para hacerse perdonar su analfabetismo partidista, había traído una rumbosa ración de callos y una jarra de cerveza con la espuma rebosando
- Y para Montse un blanco de la terra –le entregó una copa de blanco generosamente servida
- ¡Hosti, tu! Aquí ponéis unas raciones que da gusto. En Barcelona…
- Ya, bueno, es por vosotros… Entre compañeros. Por cierto, me dijo Turull que tenía que acomodaros. Había pensado que os quedaseis en mi casa, pero justo cuando me lo dijo ya tenía en casa a media docena de senegaleses que mi contacto en la policía de aquí me había largado. Para mantener su confianza no tuve más remedio que decirle que sí. Por eso, lo que os propongo es que os quedéis en el bar…
- ¿Cómo? ¿Aquí? –Montse había saltado con una evidente expresión de repugnancia…
- Bueno, aquí, aquí, no –dijo algo mosca Telesfor. Me refiero a la habitación que hay detrás de la barra. Tenéis la cocina al lado y…Montse se había levantado a ver el sitio y volvió al cabo de unos minutos como quien ha vuelto del infierno. Seca, pálida, y frunciendo apretadamente los labios. Se sentó, los miró detenidamente a uno y a otro y despaciosamente pronunció ¡JAMÁS!
El silencio que se creó podía haber vuelto a congelar los callos al estado precedente al paso por el microondas, pero, afortunadamente, en ese instante se oyeron unos insistentes golpes con una llave en el cristal de la puerta.
Los tres se volvieron y exclamaron a la vez: ¡CUCURULL!
Autor : Luis Cueto.
ilustraciones: Danish Xavier J. Morales B.