Acompañados por pajes y servidores, aupados en sus enormes camellos, balanceándose suavemente, las alforjas ligeras de equipaje y el ánimo sereno, Sus Majestades los Reyes Magos regresan al mágico Oriente. Encontrarán en los cielos la combinación de estrellas que señala el camino de retorno a casa. Las cabalgaduras que embridan parecen más dispuestas y descansadas que otros años. En esta ocasión, por obra y gracia de nuestro Excelentísimo Ayuntamiento, se han librado de la caminata por el Paseo de la Castellana.
Los Reyes aún retienen en las pupilas el jolgorio infantil que saludó su nueva visita a Madrid. Miles y miles de niños, acurrucados en las principales calles de la ciudad, abrigados y embozados, enfundados en sus gorritos de lana, calzados con botas cálidas y confortables, las caritas escarchadas, las manos revoloteando en el aire y una cartita repleta de ilusiones guardada en los bolsillos. Cuando los vieron llegar, uno de los críos preguntó a su hermano mayor: ¿dónde están los camellos y los caballos? ¿Por qué van en camisón?
El Rey Gaspar, que siempre presume de su buen oído, escuchó la interrogación y se conmovió. Ladeó la cabeza, miró a las alturas, se agarró a la baranda de la plataforma galáctica donde le habían colocado y exclamó: ¡Hay de aquellos que no conservan en su interior al niño que fueron! Se fijó después en los niños iluminados que festejaban la llegada de los Reyes y deseó que todas sus peticiones se atendieran. Podemos ha querido convertir una tradición popular y familiar, protagonizada por la inocencia y la imaginación de los más pequeños, en una algarabía hortera y carnavalesca.
Parafraseando al Viejo Profesor Enrique Tierno, estos chicos del nuevo consistorio, incapaces de afrontar empresas mayores, se dedican a fomentar y publicitar la primera chorrada que les viene a la cabeza. Convertir las carrozas de los Reyes en coches escoba de una concentración ciclista, por muy original y ecológico que pueda parecer a sus promotores, no es más que un gesto inútil, oportunista y fuera de lugar. Para conseguir una ciudad más limpia y sostenible hay que adoptar medidas resolutivas, que no pasan por adulterar un acontecimiento tan singular.
Tampoco aporta nada a la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, inventarse magas de oriente o disfrazar a una señora de astrónomo anciano y barbudo. Más les valiera cambiar las leyes vigentes y recuperar de inmediato la asignatura de educación para la ciudadanía. Transformar la Cabalgata de la Noche de Reyes en un pasacalles dominguero es una prueba más de la banalidad, la vacuidad y la vulgarización ideológica de estos revolucionarios de guardarropía.
De regreso a casa, antes de despedirse, el Rey Baltasar comentó a sus compañeros de expedición: “los peques siempre nos reciben muy bien en Madrid… me ha caído muy bien Manuela Carmena… parece una Alcaldesa sensata y comprometida con los más vulnerables”. “Demasiados cambios, Baltasar”, respondió el Rey Melchor. “Nada que pueda sorprendernos. Lo que habremos visto en dos mil años de peregrinaciones por el mundo. Feliz viaje y hasta el próximo cometa de Belén”. Dicho lo cual, el Rey Melchor abandonó la caravana y buscó su propio sendero por los lejanos arenales de Oriente.