Después de muchos meses de conflictos en la sanidad madrileña, la huelga de médicos de familia y pediatras llegó a su final. El Gobierno presidido por Isabel Díaz Ayuso aceptó parte de las reivindicaciones de los facultativos y asumió un incremento presupuestario que hace apenas unas semanas se negaba a ejecutar.
Desde el 21 de noviembre de 2022, fecha en la que los médicos dijeron basta e iniciaron una huelga de indefinida, han pasado muchas cosas y se han hecho declaraciones más parecidas a desenfrenos verbales que a planteamientos ligados a la realidad de los pacientes de la sanidad pública madrileña. Se han celebrado numerosas reuniones entre los huelguistas y la Consejería de Sanidad. Todas, menos la última, sirvieron solo para constatar las diferencias entre las partes.
El Plan de Ayuso era claro, al protestante ni agua. La mejor forma de dar credibilidad a su negativa a aceptar las justas reivindicaciones de los que cuidan de nuestra salud: quitar credibilidad a los representantes de los médicos. Ayuso declaró desde el primer momento, para descalificar la huelga y las manifestaciones, que todo tenía intencionalidad política, como si sus decisiones no lo fueran. La intención de los huelguistas era y sigue siendo la mejora de la atención a los pacientes y de la calidad de la asistencia, a ser posible, prestada por profesionales bien formados y retribuidos.
Hasta el 16 de marzo se celebraron encierros y concentraciones con pancartas y se gritaron consignas. También, varias manifestaciones, una de ellas multitudinaria, por las calles de la capital.
La respuesta de Ayuso durante todo este tiempo ha sido descalificar con distintos argumentos. Sin olvidar sus prohibiciones en los Centros de Salud para impedir carteles de apoyo de la huelga y denuncias falsas sobre presión a los pacientes para que dieran su firma en apoyo a las reivindicaciones de los sanitarios.
También ha sucedido que los médicos huelguistas han visto mermada su nómina. Durante estos meses, mucha propaganda gubernamental, pero las citas para acudir al médico de familia o el pediatra estaban en el mismo lugar. Había de todo menos voluntad política para normalizar la situación. Daba la sensación de que Ayuso creyó que la confrontación le era rentable. Pero, de pronto, se dio cuenta que acusar a los médicos de ser correa de transmisión de los partidos de la izquierda y ver manos negras en todos los lados se le estaba volviendo en contra. Los cientos de miles que protestaron en febrero por las calles de la capital por la situación de la sanidad pública no venían guiados por nadie, solo por la necesidad de contar con una mejor asistencia y con médicos en todas las urgencias extrahospitalarias para ellos y sus hijos.
Hace poco, un médico en huelga me decía que es de centro derecha y que nunca ha pensado que ser de derechas es ser gilipollas y defendió la dignidad y derechos de estos profesionales. En definitiva, que la huelga, con todos sus detractores, ha sido útil para seguir avanzando y ha quedado claro que los que nos vamos a beneficiar del fin de la misma van a ser los sanitarios y los pacientes.