La actualidad internacional ha puesto de moda en estos días, la Gran Vía madrileña. Y todo, porque los estudiosos de la estadística, la demoscopia, la economía y las curiosidades, acaban de proclamarla como la tercera calle más frecuentada del mundo. Si ellos, los expertos, lo dicen, no tendremos más remedio que creérnoslo y sentirnos orgullosos de la tan vilipendiada últimamente Gran Vía, que es título de una zarzuela, abierta como el eje del desarrollo urbano del Madrid del siglo XX, escaparate de la ciudad.
Y al hilo de tan agradable proclamación, “medalla de bronce” en número de visitantes entre todas las ciudades del mundo, hemos asistido a un gozoso ensalzamiento, a un sin fin de elogios. En los medios de comunicación, sobre todo en las televisiones de titularidad pública, hemos conocido un ensalzamiento sin mesura de nuestra Gran Vía, a través de testimonios de paseantes, del foro y de fuera del foro, que han mostrado su satisfacción y han destacado todas las virtudes de esta calle. Yo no sé, si hubieran recogido la opinión de comerciantes, hosteleros, taxistas y vecinos, habría habido unanimidad en el elogio, o se hubieran evidenciado otros aspectos menos elogiables.
as imágenes servidas por las televisiones, nos ha mostrado una Gran Vía impoluta, bella, idílica, de agradable paseo y agradecida tranquilidad. Pero nada ha trascendido de las otras imágenes protagonizas por el fenómeno del top manta, los manteros a la carrera o disfrutando de espacio más amplio, fruto de una inversión millonaria del Ayuntamiento. No hemos visto en la tele, esas figuras de menesterosos acurrucados en las aceras, polígonos irregulares sobre la geometría urbana; iconos vivientes de mendigos que han establecido sus camastros de cartón sobre la superficie de la tercera calle más transitada del mundo; desfavorecidos durmientes al aire libre; ni de esos otros marginados de la sociedad, que sobre las aceras de la Gran Vía exhiben sus cuerpos tullidos, sus amputaciones, sus muñones gangrenados y sus miembros bruscamente deformados. Todos ellos también son parte del paisaje de la tercera calle más transitada del mundo, pero no nos lo enseñan, aunque existen, están ahí, a la vista de cualquiera.