El 2 de Mayo se celebra en la Comunidad de Madrid la historia de la insurrección del pueblo madrileño. Un pueblo que no aceptó su destino fatal y eligió organizarse para combatir el régimen que se le imponía. Aquel espíritu rebelde e inconformista es lo que debemos conmemorar en esta fiesta laica: la celebración de la insurrección, del inconformismo, y del empoderamiento popular en favor de su destino común.
Doscientos diez años después de aquél levantamiento popular, nuestra región atraviesa una grave crisis. Tras 23 años de gobierno del PP, la Comunidad de Madrid es una de las regiones que acumula mayor riqueza de Europa, pero también es una de las más desiguales. La principal causa de ello es un modelo de gestión insostenible, basado en el endeudamiento. La previsión, al finalizar la presente legislatura, es que el endeudamiento de la CAM puede alcanzar el 200% del ingreso anual, es decir más de 36.000 millones de euros.
Este enorme endeudamiento ni siquiera ha servido para mantener unos servicios públicos bien financiados, que garantizaran la protección de los derechos más básicos de toda la población en condiciones de igualdad. Por el contrario, los servicios públicos madrileños han ido sufriendo una importante descapitalización, mediante el aumento del presupuesto destinado a financiar la gestión privada de los servicios públicos –hospitales, escuelas concertadas, etc.- en detrimento de los servicios 100% públicos. A los drásticos recortes de profesionales de la educación, la sanidad, o la justicia durante los años de la crisis, se ha unido el deterioro de las infraestructuras debido a la falta de mantenimiento. La Universidad pública se ha convertido en un instrumento al servicio de las élites, que ha expulsado de sus aulas a miles de estudiantes que no pueden costear las tasas.
La tasa de empleo en la región, está seis puntos por debajo de la de 2007. El empleo nuevo es muy precario: el 85% de los trabajos son temporales, y el 59% tiene una duración de menos de un mes. Ha nacido una nueva categoría: la de los trabajadores y trabajadoras pobres. Por eso, el 40% de las personas que atiende Cáritas, en su plan de prevención de la exclusión social, tienen empleo.
A todos estos problemas endémicos de nuestra región -sin contar con otros como la sostenibilidad ambiental, la violencia machista, o el elevado precio de la vivienda- se suma la grave crisis de gobernabilidad que ha provocado el hecho de tener una estructura corrupta hasta la médula, como el PP, al frente de las instituciones. Un partido que llegó al gobierno de la mano corrupta del Tamayazo, y que se ha mantenido, hasta hoy, gracias a la financiación ilegal, ha llegado a su punto álgido con el máster fraudulento de Cristina Cifuentes, y la posterior difusión del vídeo del supuesto hurto. La expresidenta que se presentó ante nosotros como un mirlo blanco que venía a regenerar su partido y la maltrecha democracia madrileña. La que podía soplar y sorber, al mismo tiempo, sin transgredir las leyes de la física, ha arrastrado a su partido a un precipicio del que tardará en salir.
Este es el Madrid que se conmemora en los festejos de la Real Casa de Correos. Una fiesta de pompa, boato y canapés para la casta madrileña. Una celebración cuya decencia estará en la negativa del filósofo Emilio Lledó a recibir la medalla de oro, “dadas las circunstancias” así como su defensa de la Universidad, en la que “cree de verdad”.
Pero hay otro Madrid: un Madrid que no recibe medallas, aunque expresa mejor que nadie ese espíritu rebelde que hoy se conmemora. Es el Madrid de las feministas que tomaron la calle el pasado 8 de marzo; el Madrid de los pensionistas en lucha por mantener las pensiones dignas y públicas; el Madrid de la PAH exigiendo el fin de los desahucios sin alternativa habitacional, o el Madrid de los trabajadores de Amazon y H&M en huelga por la defensa de sus derechos laborales. Un Madrid que se fundamenta en la igualdad de oportunidades y en la justicia social. Un Madrid que no deja a nadie atrás.
Vivimos un momento crucial en el que nos jugamos todo. El partido Ciudadanos, alma gemela del PP, seguirá sosteniendo al Partido Popular más corrupto, mientras espera su turno para convertirse en el recambio de la derecha. Y el PSOE, sumido en su eterna crisis sobre ser o no ser de izquierdas, no tiene un proyecto verdaderamente transformador para Madrid.
Por eso, tenemos una oportunidad histórica de ganar la Comunidad de Madrid, construyendo una candidatura amplia de todos los actores que están por el cambio político. Una candidatura construida en torno a un programa fuerte, que aborde cuestiones tan esenciales como que Madrid necesita una profunda reforma fiscal, en la que bajemos los impuestos a la mayoría social y se los subamos a los que más tienen. Los recursos así obtenidos deben dedicarse a dos objetivos: fortalecer los servicios públicos y realizar inversiones públicas en un profundo cambio del modelo productivo, que huya de las trampas de las burbujas especulativas. Apostemos por nuevos sectores con alto valor añadido, que se centren en los derechos y las necesidades de la ciudadanía: el sector de las energías verdes y renovables, los cuidados a nuestros mayores, o la creación de escuelas infantiles que favorezcan la conciliación.
Además, es necesario un plan ambicioso de modificación de la estructura empresarial de la Comunidad de Madrid, que frene la destrucción de pequeñas y medianas empresas que hemos vivido en los últimos años.
Pero no sólo esto: también es imprescindible salir de la trampa en la que la llamada ley Montoro ha metido a nuestras entidades locales. Tenemos municipios con las cuentas saneadas, que no pueden invertir adecuadamente por la injusta regla de gasto.
No se trata de una utopía, sino de construir una candidatura de confluencia en la que los trabajadores y trabajadoras que han visto reducidos sus derechos, los jóvenes que tienen que emigrar para buscar un futuro digno, o los mayores que trabajaron para construir un sistema de bienestar que ahora otros están desmontando, sean los protagonistas, y no las élites que hoy nos gobiernan.
En palabras de Antonio Machado: nuestro nombre es mañana.