Entre cedros y acacias, sentado en un banco a la entrada del Cementerio Británico, nos espera David J.Butler. Tras escuchar pasos, levanta la mirada y cierra el último libro que está leyendo y que le mantiene en vilo desde hace unos días. Con una sonrisa y su particular humor inglés, nos invita a pasar a lo que es casi su segunda casa desde hace más de 40 años. Una interesante historia llevó a este octogenario nacido en Newcastle a interesarse por el camposanto y por cada una de las vivencias de quienes descansan aquí. "Un historiador español buscaba el enterramiento de Charles Clifford -un reconocido fotógrafo galés que desarrolló su carrera profesional en España-, sabía que estaba en el cementerio de Madrid pero fue imposible encontrar su sepultura", recuerda Butler. Años más tarde, se encontró un fragmento de la lápida del fotógrafo aunque no la ubicación de sus restos. Pero esa visita marcó la vida del que se convirtió en el guía y conocedor de cada una de las historias que perviven detrás de las tumbas y que a día de hoy, continúa haciéndolo: "Hay misterios de personas que no sabemos donde están enterradas".

Ubicado en el distrito de Carabanchel, pero alejado del bullicio diario, se enclava este cementerio británico. En una parcela amurallada se encuentran unas mil lápidas en las que descansan 40 nacionalidades diferentes. Unos restos mortales o en cenizas de unas vidas que Butler conoce al detalle, excepto aquellos que jamás han sido encontrados a pesar de poseer un antiguo mapa en el que figura la "supuesta ubicación" de casa difunto. "No ha existido nunca un orden que permitiese encontrar facilmente las sepulturas", asegura. Y es que sus lápidas, centenarias y devoradas por el paso del tiempo, hablan de relatos y vidas marcadas por aventuras, espionajes y autobiografías artísticas.
Su gestión depende de la Embajada Británica quien en 1796 compró unos terrenos donde se encuentra la Plaza de Colón con el fin de levantar este cementerio. Sin embargo, el rápido crecimiento de Madrid hizo que se le buscase una nueva ubicación, más alejada del centro. Tras un intercambio de terrenos entre los dos gobiernos, el camposanto se inaugura en 1854 en la calle Comandante Fontanes. En un principio fue construido para dar sepultura a los extranjeros que no podían ser enterrados en los cementerios católicos al profesar otra religión.

Del primer enterramiento del que se tiene noticia data del 10 de febrero de 1854 y corresponde al de Arthur Thorold, fallecido en Madrid a los 19 años. "Es un enterramiento muy bonito", cuenta David J.Butler sobre esta sepultura en cuya lápida se talló la espada Excalibur. De entre los ilustres huéspedes de este cementerio, encontramos a la familia judía de banqueros Bauer, que poseen un enorme panteón de estilo neoegipcio. Lo construyó su familia en 1908 con la idea de acoger los restos de sus descendientes. Pero a día de hoy "no está en uso y solo reposan los restos de cuatro personas". A escasos metros, se encuentran los restos del acróbata William y su mujer, Matilde Parish, herederos del conocido Circo Price. Precisamente, hasta el 26 de noviembre, el Teatro Circo Price organiza visitas con números circenses y música con auriculares para explicar la historia que rodea al que fue director entre 1880 y 1916. Un centenario de la muerte de Parish que se conmemora en colaboración con la Fundación de Cementerios Británicos en España.
Las visitas del Teatro Circo Price: todos los domingos, a las 11.00 y a las 12.30 horas
Una tumba, la de Parish, que se sitúa muy cerca de otras, elegantes y sobrias, donde descansan restos de otros extranjeros que se quedaron en Madrid. Como ocurrió con Loewe, creador de la casa de modas. "Aquí se encuentran los restos de su principal fundador que murió en 1934 y de Enrique Loewe, quien cogió luego las riendas de la empresa familiar, que falleció en 2016 con 103 años y que también está enterrado aquí", explica este conocedor de las sucesivas generaciones que dominaron empresas que en la actualidad son más que conocidas.

Lhardy, el fundador de uno de los restaurantes más antiguos de la historia de Madrid -en 1839- y el primer local que dejó entrar a las mujeres sin un hombre del brazo, también eligió el cementerio inglés para su final eterno. Igual que hizo la fundadora del salón de té Embassy, Margarita Kearney Taylor, cuyos restos se encuentran muy cercanos a parte de la muralla que rodea el cementerio desde la década de los 80. Una mujer que, años después de su fallecimiento, varios libros publicaron la "gratificante historia" de una persona que ayudó a que cientos de refugiados pudiesen escapar de la Gestapo. Butler recuerda la llegada a Madrid de esta irlandesa que solo quería ofrecer té ingles en un local elegante de la calle Hermosilla a todos los funcionarios de las numerosas embajadas extranjeras que se situaban en la zona. "Quien iba a pensar que se convertiría en una tapadera de espionaje internacional", apostilla.
En esta necrópolis también se encuentran las tumbas de la familia real de Georgia, los Girot, los Boetticher y los joyeros Brooking. Pero no solo destacan los enterramientos de personalidades de renombre. Aquí, entre la abudante vegetación y la raíces de árboles, que en ocasiones han provocado el levantamiento de algunas lápidas, las historias menos conocidas suenan con fuerza, gracias a la viva voz de David J.Butler: "Un hombre de 90 años y su nieto, procedentes de Inglaterra, vinieron hace unas semanas a Madrid en busca de la lápida de un familiar que murió en 1964 cuando pasaba sus vacaciones en la capital. Recordaban la ubicación pero encontraron que no existía tal lápida así que colocaron una como homenaje".
Otras historias, igual de conmovedoras aunque con un final trágico, como la de un hombre judío que murió asesinado en Madrid. "Llegó con mucho oro, joyas y documentos valiosos. Tenía todo preparado para irse a su negocio que montó en República Dominicana pero no llegó. Fue asesinado en su cama en la calle General Pardiñas para robarle todo lo que tenía".

Relatos y aventuras que solo conocen David y los familiares de los difuntos. Aunque quizás, si alguno de los aquí enterrados pudiese hablar, seguro que recordarían la presencia de Rita Garrido. Entre las tumbas creció esta actriz madrileña, casada con el músico Ricardo Freire, y que llegó a ser en los años cincuenta primera actriz del teatro La Latina. En realidad, cuatro generaciones de los Garrido han vivido cerca de esta necrópolis, aunque Rita y su pareja hicieron de este sitio casi su hogar: "Escribían canciones sentados en las tumbas en las noches de verano". Hasta la canción 'Doce cascabeles' nació bajo la muda presencia de estas almas inglesas.
"Escribían canciones sentados en las tumbas en las noches de verano"
Un cementerio con aires bucólicos que lucha por sobrevivir a las dificultades económicas. Y es que a pesar de que su gestión depende de la Embajada Británica, no se encarga de su mantenimiento, por lo que no podría subsistir con los enterramientos, que cada año son menos. Los ingresos son mínimos y aunque algunas de las familias colaboran con lo que pueden, no es suficiente para conservarlo. Hay dos fundaciones que aportan dinero: The William Allen Charitable Trust y The Bernard Sunley Charitable Foundation. Con esta ayuda y la de las contribuciones privadas, se sufragan tareas de limpieza, jardinería y resturación si fuese necesario.
Un inconveniente, el económico, que no merma el entusiasmo de este 'voluntario' que cuida del cementerio inglés. Y mientras que el cuerpo le aguante, Butler continuará al frente de las visitas guiadas - tres mañanas a la semana (martes, jueves y viernes) -y de las narraciones de las interesantes vidas de los personajes que descansan en ese reducido espacio con tintes bucólicos.
La historia nos habla de medio centenar de cementerios británicos en España. Desde los abandonados cementerios de los ingleses de Dénia (Alicante) y de Camariñas (A Coruña), en el que están enterrados las 172 víctimas del naufragio del Serpent en 1890, a los de Lujua-Goiri en Bilbao, la sección británica de San Amaro en A Coruña, San Jerónimo en Sevilla, o el de San Jorge en Málaga, construido en 1831 y primer cementerio protestante que hubo en España.