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Las escuelas municipales de música y danza: el mapa del tesoro

miércoles 03 de mayo de 2017, 08:05h

Hay en la Comunidad de Madrid un tesoro cultural desconocido. No es cualquiera de los grandes museos ni tampoco una de las grandes citas culturales globales. Es algo discreto y, sin embargo, decisivo durante los últimos años para garantizar uno de los derechos culturales básicos: el acceso al disfrute y a la producción de cultura. El tesoro está en el mapa: esos espacios modestos pero fundamentales, de proximidad, cercanos y diseminados por sus municipios: las Escuelas Municipales de Música y Danza que lamentablemente, como tantas otras cosas que atañen a la cultura, tienen hoy su continuidad amenazada.

Las Escuelas de Música y Danza fueron espacios de gran riqueza en los que se mezclaban personas de distintas edades, niveles económicos y procedencias culturales. Han sido uno de los patrimonios culturales vivos de más éxito de nuestra región, orgullo de los municipios y de sus habitantes, y, en algunos casos, referentes a nivel estatal.

En España fue con la LOGSE cuando estas escuelas adquieren carta de naturaleza. Para estas enseñanzas el hecho de verse incluidas en la Ley supuso una situación sin precedentes. La creación del modelo de las Escuelas de Música y Danza ponía fin a una tradición según la cual la profesionalización es la única finalidad de la formación artística. Por el contrario, el objetivo de estas escuelas era superar la rigidez de los conservatorios y aceptar que, a través de un acercamiento lúdico, se fomentarán las aficiones artísticas y el disfrute de la música y la danza en cualquiera de sus manifestaciones, como mecanismo de educación y difusión cultural y más allá de estrictas necesidades de formación profesional.

El resultado fue espectacular. Es uno de los procesos de éxito educativo más notables de la España reciente. En la Comunidad de Madrid, el desarrollo y crecimiento de las Escuelas de Música y Danza fue de tales proporciones que estos espacios llegaron a convertirse en uno de los servicios básicos de los municipios en los que se instalaron, y en un imprescindible dinamizador de su vida cultural, educativa y social.

Sin embargo, en 2013 todo este proceso se ve abortado. Después de años de reducciones en los presupuestos de las Escuelas, la Comunidad de Madrid se desentiende de su responsabilidad con ellas y con sus alumnos y deja de contribuir a su financiación.

Meco, Coslada, Getafe, Navalcarnero, San Lorenzo del Escorial, Majadahonda, Mejorada del Campo, Galapagar, Alcobendas, Torrejón de Ardoz, Guadarrama, Parla, Torrejón de Velasco, Aranjuez, Chapinería, Valdemoro, Alpedrete, Rivas, Fuenlabrada, Paracuellos del Jarama, El Boalo, Arganda…cerca de cien municipios sufren hoy las consecuencias del abandono de las Escuelas de Música y Danza por parte del Gobierno de la Comunidad.

El Gobierno de la Comunidad de Madrid dejó de financiar las Escuelas de un día para el otro, sin que formase parte de ningún plan previo ni planificado. Sin alternativa. Como se dijo en sede parlamentaria, “la manta no daba para todo” y las Escuelas tenían que quedarse fuera. Esto supuso una deslealtad y una falta de compromiso con los municipios de la Comunidad de Madrid. Muchos de ellos crearon Escuelas de Música y Danza porque contaban con el apoyo de la Comunidad como parte de una estrategia estable y permanente.

Desde 2013, los Ayuntamientos tuvieron que elegir entre cerrar las escuelas, como ocurrió en Talamanca del Jarama; emprender procesos de privatizaciones traumáticos, como en Ciempozuelos; dejar las escuelas en estado de semiabandono, como ocurre en Pedrezuela; subir las tasas, en algunos casos las de 50 a 150 euros, el 300 por ciento; o mantenerlas a costa de rebajar las condiciones salariales de los profesores, que a veces llegaron a cobrar menos de 4 euros la hora. A día de hoy, en algunos centros el alumnado está obligado a pagar el 100% de su matrícula dado que los ayuntamientos no pueden hacer frente a la financiación. Esta desmesurada subida de tasas y matrículas ha provocado que solo quienes tienen recursos económicos suficientes puedan acceder a una formación cuyo espíritu original era, paradójicamente, el de la accesibilidad y la democratización cultural.

Y si esta falta de financiación autonómica genera mucha desigualdad entre los municipios, la ausencia de una normativa común a todos ellos no hace más que profundizarla. No existe un marco común que establezca cuál es la oferta educativa básica, cuál es la titulación mínima que debe tener el profesorado, o cuáles son las condiciones mínimas de instalaciones y de equipamientos. Entre 1992 y 2003 País Vasco, Navarra, Cataluña, Canarias, Andalucía, Baleares, La Rioja, Castilla-La Mancha, Aragón y la Comunidad Valenciana -donde incluso se elaboró una Ley de Música que garantiza la financiación autonomica de las Escuelas- desarrollaron sus normativas propias. Sin embargo en la Comunidad de Madrid, a pesar de ser su competencia y a diferencia del resto, este desarrollo aún no se ha realizado.

El Gobierno de Cristina Cifuentes cree que el hecho de que estas escuelas sean municipales y no sean de enseñanza reglada le exime de toda responsabilidad sobre su mantenimiento y continuidad. Se equivoca. La política autonómica consiste precisamente en cuidar su patrimonio y en garantizar que todos los habitantes de la región tengan las mismas oportunidades y puedan acceder en condiciones de igualdad a los servicios públicos. Por eso, el Gobierno Autonómico debería preocuparse por la existencia de las Escuelas de Música y Danza más allá de las posibilidades concretas que tenga cada municipio, que obviamente son diferentes en cada caso. Por eso es necesaria la contribución autonómica a la financiación. Esto lo certifica también el modelo europeo de las Escuelas de Música y Danza, que se basa en una financiación a tercios: 33 % gobiernos autónomos, 33 % ayuntamientos, 33 % matrículas. El objetivo de esta concepción no es solo establecer un modelo económicamente sostenible, sino también profundizar en la corresponsabilidad de todos los actores participantes en su funcionamiento. El propio Gobierno del Partido Popular defendía también este modelo de financiación en 2001.

Pero además, una política cultural integral debe tener en su centro la voluntad de apoyar y fomentar las prácticas y enseñanzas que no están enmarcadas en los circuitos profesionales. El objetivo de la enseñanza en cultura debe ser mucho más amplio que la mera búsqueda de salidas profesionales. Este es el caso de las Escuelas de Música y Danza, que constituyen espacios privilegiados para una política cultural. Son una pieza fundamental porque forman aficionados, alimentan el placer de las madrileñas y los madrileños por las artes y la cultura y facilitan el acceso de la población a la música y la danza, algo que es fundamental para la socialización de la cultura, para la creación de nuevos públicos y para la integración del arte y la cultura en la vida cotidiana de las personas. Por todo ello, el Gobierno de la Comunidad de Madrid debe recuperar, al menos y de momento, la financiación que existía y elaborar un marco normativo básico de funcionamiento de las Escuelas de Música y Danza.

En la pasada Gala de los Goya, Fernando Velázquez, nacido en Vizcaya, y ganador del premio a la música original por Un Monstruo viene a verme, incluía entre sus agradecimientos uno dedicado a la Escuela de Música de su pueblo. El País Vasco tiene uno de los mejores marcos reguladores en toda España y el objetivo de alcanzar, en el plazo de tres años, la financiación a tercios para las Escuelas de Música. Quizás entre una cosa -el Goya de Fernando Velázquez- y otra -la Escuela de Música de su pueblo- haya alguna relación. Quizás generar buenas infraestructuras colectivas, fomentar el acceso al arte y la cultura y favorecer la curiosidad y el placer por ellas, esté relacionado con contar con grandes profesionales, con sólidas audiencias y con la consolidación de un tejido rico, sostenible y diverso. Quizás fomentar la afición por el arte y la cultura multiplique la capacidad creativa de nuestra sociedad. Quizás acercar el arte y la cultura a la ciudadanía permite generar nuevos públicos que serán los que den sostenibilidad al sector y a la industria. Eso es hacer política cultural. Quizás ese tesoro nos haga mejores y más felices.

Jazmín Beirak es diputada del Grupo Parlamentario de Podemos en la Asamblea de Madrid

Jazmín Beirak

Diputada del Grupo Parlamentario de Podemos en la Asamblea de Madrid

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