Cara y cruz... y Gran Cruz de González

Cara, la que tenía Ignacio González camino de los juzgados y de la cárcel de Soto, y cara también, la que mostraba Esperanza Aguirre, entre compungida, sorprendida y dolida. Cruz, la que lleva a cuestas el ex presidente regional, después de que en Semana Santa se incubara el proceso por bajas pasiones que ha llevado a González al calvario de Soto del Real. Gran Cruz, la de la Orden del Dos de Mayo, que Ignacio González, por disposición oficial, debería haber recibido como ex presidente de la Comunidad de Madrid, que se le debería haber impuesto el pasado año, pero que la actual presidenta, Cristina Cifuentes, dejó en estado de prevención, hasta que no se sustanciara definitivamente el caso del ático éste en Estepona. Y este año, presumo, tampoco el ex presidente tendrá su su Gran Cruz, porque su situación judicial es más complicada por el caso Leza que por el del ático, y además tendrían que llevársela a la cárcel, y eso sólo de hace con los héroes maltratados.

Esperanza Aguirre dimitió como presidenta de la Comunidad para entregarse de lleno a la curación del cáncer que padecía; más tarde, dimitió como presidenta del PP de Madrid, por el asunto de la Púnica, y quizá hubiera sido el momento de haber abandonado definitivamente la política, porque lo que le estaba por venir, no ha sido agradable para ella. En estos momentos tiene varios frentes abiertos: la Gürtel, la Púnica y la Lezo, aunque me consta que en ninguno de ellos está implicada, sí que en todos se ha visto sorprendida en su buena fe, y traicionada por personas en las que había depositado su confianza, como López Viejo, pero sobre todo, por los dos que fueron sus lugartenientes, los hombres de la presidenta: Francisco Granados e Ignacio González. Los dos están en entre rejas. Uno, Granados, en Estremera; González, en el otro extremo, en Soto del Real. La confianza venida a menos. Las amistades peligrosas. Ya no hay Esperanza para ellos.