La expectación que ha generado el lanzamiento de la cápsula Crew Dragon hacia la Estación Espacial Internacional el pasado 31 de mayo es comparable a la que supuso la llegada de Neil Armstrong en el Apolo 11 a la Luna el 20 de julio de 1969. Ambos hitos tienen algunos elementos en común y otros diferenciales que van más allá de la conquista espacial, porque explican algunos factores clave sobre el nuevo paradigma en el que vivimos: la era de la colaboración.
La diferencia más evidente es el cambio en los liderazgos. En la década de los 60 fue el presidente John F. Kennedy quien sorprendió a la humanidad con su visión de llevar al hombre a la Luna y se lo encargó a la NASA, probablemente la agencia pública por excelencia. En la década de los 2010 ha sido el emprendedor Elon Musk quien nos ha sorprendido con su propuesta de llevar a la humanidad a Marte y para ello creó la empresa SpaceX. También es diferente la gestión geoestratégica: mientras que la conquista de la Luna era una competición entre las dos grandes potencias, ahora todas las potencias compiten y colaboran a la vez en la gestión y uso de la Estación Espacial Internacional.
Entre los elementos comunes, observamos la definición de grandes desafíos compartidos que implican enormes esfuerzos de inversión con una visión a largo plazo. Por ejemplo, para Elon Musk esto es un paso más en su camino hacia Marte, como las misiones anteriores a la Apolo 11 fueron hitos intermedios en su meta final.
Cada año compruebo el cambio en los liderazgos mundiales cuando pregunto a mi alumnado por las personas clave en el rumbo de la humanidad en dos grandes periodos: desde las guerras mundiales hasta la caída del muro de Berlín y desde la caída del muro hasta ahora. En el primer periodo aparecen figuras del ámbito político y social como Churchill, Martin L. King o San Juan Pablo II. En el segundo periodo aparecen figuras empresariales como Steve Jobs, Bill Gates o Mark Zuckerberg. Hacer un repaso histórico de la “Persona del Año” en la revista Time permite llegar a una conclusión similar.
La conclusión que extraigo no es tanto que el liderazgo ha pasado del sector público al sector privado, sino que existe una mayor facilidad para obtener y perder el poder, así como una mayor dificultad para ejercerlo, como explicaba Moises Naim en 2013. Un repaso a la política española de los últimos cuatro años es un buen ejemplo.
Por este motivo, los jugadores de esta década debemos interiorizar una nueva regla, que es “solo, no puedo”. Necesitamos una amplia colaboración que solo se alcanza compartiendo propósitos. En el caso de la Crew Dragon, la empresa privada, el sector público, la ciencia y la industria aeroespacial al servicio de la humanidad. Este mensaje de desarrollo sostenible basado en alianzas lo tenemos presente en la Agenda 2030 firmada en septiembre de 2015 por todos los Estados miembros de la ONU.
Es necesaria una nueva gobernanza basada en la colaboración entre lo público, lo privado y el tercer sector donde el propósito común y los criterios éticos, ambientales y sociales sean prioritarios en la toma de decisiones. La era de las trincheras ideológicas entre lo que es público y lo que es privado pertenece al pasado, por más que les pese algunos.
Por tanto, el debate actual no es “más Gobierno o menos Gobierno” porque el debate que interesa a la ciudadanía es
“cómo lograr un mejor Gobierno”. Esta nueva complejidad debemos asumirla en el terreno político con grandes acuerdos útiles para la sociedad frente a los mensajes populistas que pretenden movilizar a personas buenas con el único fin de entronar a sus líderes.