www.madridiario.es
El adiós de Esperanza

El adiós de Esperanza

Por Pedro Montoliú
lunes 17 de septiembre de 2012, 00:00h
Cuando Esperanza Aguirre convocó este lunes una rueda de Prensa extraordinaria todos pensamos en que iba a anunciar la ubicación de Eurovegas. Nadie esperaba que nos anunciara su dimisión. Fue tal la conmoción que causó entre los periodistas que la conferencia de Prensa tan solo duró 20 minutos porque a nadie se le ocurrían más preguntas.

La verdad es que siempre me pregunté cómo desde que le diagnosticaron cáncer de mama se mantenía en su puesto, con una agenda que siempre fue excesiva, a pesar de que ella diga que la enfermedad está controlada. No entendía por qué se había vuelto a presentar a las últimas elecciones. Este lunes, ella misma reconocía en su comparecencia ante la Prensa que en los últimos meses se había planteado dimitir y dudó si presentarse.

Aguirre es consciente de que ya no iba a marcar más improntas en la política española. La que había sido la primera concejala de Medio Ambiente, la primera ministra de Cultura; la primera presidenta del Senado y la primera presidenta de la Comunidad de Madrid no iba a poder ser la primera presidenta de Gobierno. Lo intentó al plantarle cara a Rajoy pero perdió. Se refugió entonces en su feudo, Madrid, donde ha cosechado éxito tras éxito.

Yo la conocí al principio de su carrera política allí en el Ayuntamiento de Madrid. Corría el año 1983 y estaba al frente de la alcaldía Enrique Tierno. Tras la muerte del 'viejo profesor' ocupó la alcaldía Juan Barranco, periodos durante los que Esperanza Aguirre ocupó el puesto de portavoz de Coalición Popular en áreas como Cultura, Deportes o la EMT. La situación cambió. sin embargo, en 1989 cuando el pacto entre Centro Democrático y Social y Coalición Popular convirtió a Agustín Rodríguez Sahagún en alcalde y a Aguirre en concejala de Medio Ambiente.

Se iniciaba así una fulgurante carrera política que le haría ocupar, sucesivamente,  la tercera tenencia de alcaldía, la concejalía de Cultura, la primera tenencia de alcaldía, la portavocía de su grupo, el puesto de senadora, la cartera ministerial de Educación y Cultura, la presidencia del Senado y la presidencia de la Comunidad, si bien para ocupar este puesto tuvo que esperar cinco meses y ganar por mayoría absoluta la segunda de las votaciones después de que, en las primeras, el transfuguismo de dos diputados socialistas -en lo que fue conocido como el tamayazo- obligara a repetir las votaciones.

Siempre me pareció una política singular. Ni sus más acérrimos enemigos pueden cuestionar su capacidad de trabajo; hizo del populismo su bandera y ello le granjeó amores y odios eternos; decía lo que se le ocurría sin atender a sus consecuencias. Las meteduras de pata derivadas de esta actitud le provocaron problemas en numerosas ocasiones para deleite de los periodistas que la seguían a todas partes. Le daba lo mismo quién fuera y a qué partido perteneciera la víctima de su crítica. Algunos de los que la trataban aseguran que podía llegar a ser muy dura con sus colaboradores cuando no estaba satisfecha con sus actuaciones. En la calle, sin embargo, se prodigaba: hablaba con todos, se enfundaba cualquier camiseta, celebraba cualquier éxito, dislocaba la agenda oficial metiéndose en la cocina de una residencia a probar el menú que le iban a servir a los ancianos o exigía al director de un colegio recién construido que cubriera una pared de enredaderas porque no le gustaba el muro de un campo de deportes.

El pasado día 11, cuando terminaba su intervención en el Debate del Estado de la Región le pasaron un papel. Aguirre lo leyó en silencio y con una voz temblorosa informó de la muerte de Nieves García, compañera de partido, diputada del PP y, como ella nacida en 1952. Dijo que había hablado recientemente con ella y aceleró el final de su intervención. Ya en el pasillo comentó que había muerto de un cancer de mama. "Estamos vivos de milagro", musitó. Quizás no sea más que una anécdota o quizás la gota que rebosaba el vaso.

En su decisión habrá pesado, igualmente, su convicción de que por delante tenía tres años de protestas diarias, de que las cosas ya no serían como cuando inauguraba un día sí y otro también, una estación de metro; de que en su partido, a nivel nacional, la tratan como a un personaje díscolo porque era capaz de decir lo que otros ocultan. También habrá incidido, seguramente, el hecho de que el PP regional, que aún preside, no ofrezca grietas aparentes; que Ignacio González, a quien ella ha defendido a capa y  espada, tiene por delante tres años para hacerse con el cargo, y que su familia no dejaba de preguntarse hasta cuándo iba a seguir luchando. Otro político habría pospuesto su decisión a la convocatoria de unas elecciones. Aguirre no.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios