Alexandre ya se había retirado del mundo hace unos meses, obligado por su delicada salud. Tenía casi 93 años, setenta de ellos sobre los escenarios o ante las cámaras. Dio sus primeros pasos como figurante en el teatro Alkázar, todavía con K. Después comenzó a tener papeles más amplios, aunque casi siempre en un segundo plano, por debajo de los protagonistas en los títulos de créditos. Ha sido uno de los grandes actors supporters del mundo. Pocos actores pueden mostrar un currículo con más de trescientos títulos cinematográficos. A ellos deben añadirse dramáticos y series de televisión y montaje de teatro. Uno de sus últimos grandes éxitos en la pequeña pantalla fue con Los ladrones van a la oficina.
.jpg)
Don Manuel, Manolito para los viejos amigos, participó en decenas de montajes teatrales, como el estreno de la última comedia de Jardiel, Los tigres escondidos en la almohada (1949) o El yermo de almas, de Valle Inclán (1950). En 2002 llevó a la escena uno de sus grandes éxitos cinematográficos: Atraco a las tres. Y dos años más tarde se unió a López Vázquez y Agustín González para la comedia Tres hombres y un destino, su última aparición en teatro. Esos tres grandes actores han desaparecido. A quienes tuvimos la surte de verlos, no se nos olvidará aquella lección magistral de tres intérpretes muy por encima del texto.
Hombre afable, que alguna vez sacaba a relucir su genio, compartió platós, escenarios, mesa y mantel con amigos más famosos y mejor pagados que él, pero que siempre le consideraron como un igual, en talento y profesionalidad. Desaparece su figura menuda y su característica voz temblorosa. Pero Manuel Alexandre volverá a meterse en nuestras casas gracias a los trescientos títulos cinematográficos que, regularmente, se reponen en cualquier cadena de televisión. Y para la historia del Cine Español quedarán interpretaciones suyas como Muerte de un ciclista (1955), Plácido (1961) o ¡Vivan los novios! (1970).