Todos los días coge un autobús diferente. Aunque el conductor siempre realiza el mismo trayecto, los pasajeros cambian.
Le veo entrar con la alegría y simpatía que le caracteriza.
- ¡Buenos días! – Le grita al conductor, quién con una sonrisa le responde.
- ¡Buenos días! – Les dice a dos señoras que parecen ir chismoseando sobre su vecina.
- ¡Les he dicho que buenos días! – Repite
- ¡Buenos días Señor! ¿Está ya mejor de su rodilla?
- ¡Buenos días chaval! Mucho mejor...
- ¡Buenos días Señora!
- No se vaya, no le iba a hacer nada.
Continúa avanzando por todos los asientos del autobús y pienso que hoy al estar sentada en la última fila, no me va a saludar… Pero no se olvida de nadie.
- ¡Buenos días! Me dice con las mismas ganas que dijo el primero hace un rato.
- ¡Muy buenos días! - Le contesto. Y me da la mano.
- ¿Qué tal estás? ¡Hacía mucho que no te veía! ¡Y me alegro de verte!
- Yo estoy muy bien, ¿Y tú?
- Mejor…mejor…mejor…mejor que nunca- Logra decir finalmente mientras toma asiento.
Esta gente, deberían de ir siempre acompañados de alguien –me dice la señora que va sentada a mi derecha-. Y no puedo evitar contestarla que estoy muy de acuerdo, que ojalá fuéramos siempre acompañados de ellos.
Ayer, me acordé de ti mientras que veía en el cine a tus compañeros, unos poquitos de todos los ‘’CAMPEONES’’. Y pensé que a ver si nos vemos pronto, que la transparencia, simpatía y humanidad que tenéis en el par 21, nos hace mucha falta.