1 de septiembre, vuelta a las andadas, tras el largo y cálido verano, que aún no ha concluido en el calendario, ni ha dejado de ser cálido. Hemos vuelto a empezar, y me da la impresión de que no ha habido tiempo de vacaciones de por medio, de que la ciudad no ha descansado, y en este primer día del mes de septiembre la cosas son como estaban antes de la tregua estival.
El tráfico ha vuelto por sus fueros; es decir, por el desafuero de sus atascos de buena mañana, y ha regresado la estampa de los conductores al borde de un ataque de nervios, en una ciudad donde en muchos puntos las obras siguen, no han podido acabarse en tiempo de vacaciones, y esto añade sal y pimienta a la ensalada de la circulación. Espero que la alcaldesa, Manuela Carmena, haya aprovechado sus vacaciones para tomarse un respiro, para ver la ciudad desde fuera de la alcaldía, y comprobar algunas cosas que quizá el trajín diario de sus responsabilidades le impide visualiza nitidamente, como que, a pesar de las mareas, las viejas tradiciones navegan en la calma de costumbres muy arraigadas, como ella misma pudo comprobar, en vivo y en directo, el día de la Virgen de la Paloma, por primera vez como alcaldesa. Y habrá podido comprobar, en reposado paseo por Madrid, que los madrileños no se quejan en vano del estado de suciedad de la calles, ni del estado del pavimento y el acerado, que son cuestiones que parecen sencillas de mantener, pero que a veces la desidia, el desinterés o la apatía, dejan sin resolver.
Empieza el nuevo año urbano, el nuevo curso para la ciudad, y aunque seguimos sin gobierno en España, es tiempo de nuevos propósitos, que no son otros, que procurar que este Madrid avance, que salga del impás económico y de crecimiento, que se mejoren los servicios esenciales y se diseñe la ciudad del futuro, sin ocurrencias puntuales y sectarismos innecesarios; en definitiva: que se gobierne, que es lo que toca, señora alcaldesa.
Si (
No(
