Le ha costado casi cinco minutos decirlo, que acepta ser propuesto por el Rey a la investidura de presidente del Gobierno. Lo hace por “responsabilidad”, porque es su deber con España, pero es un sí con condiciones que trata de situar la pelota en el tejado de Ciudadanos y PSOE, incluso para gobernar en absoluta minoría con los 137 diputados del PP. En un tono serio y admonitorio, Mariano Rajoy ha dado por fin un paso al frente dispuesto, asegura, a liderar unas negociaciones para las pide “un plazo razonable”. Es una decisión personal e intransferible de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, por lo que ese no será el problema. Probablemente se fijará entre la segunda y la tercera semana de agosto.
“Y, además, no hay alternativa razonable”, ha sentenciado Mariano Rajoy, que ha terminado su comparecencia reclamando a sus interlocutores que estén “también a la altura”. Ha revelado conversaciones “no públicas” con otros líderes políticos, de las que lo único que ha revelado es que, en privado, ni siquiera Ciudadanos ha pedido su retirada. “Ni mi partido lo aceptaría”, ha añadido con María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría sentadas -codo a codo- frente a él.
Rajoy se ha guardado aún más tiempo otra carta con la que ha sembrado el desconcierto tanto entre los periodistas como en sus adversarios políticos. La amenaza de declinar la investidura si no tiene los apoyos suficientes no ha sido del todo clara, pero sí lo suficiente como para tenerla en cuenta.
En resumen. Mariano Rajoy está dispuesto a someterse a la investidura como presidente del Gobierno, anuncia estar dispuesto a negociar, preferentemente “con los partidos constitucionalistas” para pactar un Ejecutivo “moderado y estable”, con unos compromisos claros, e incluso a considerar un gobierno en minoría con los 137 diputados del PP. Se ha comprometido a buscar los apoyos necesarios durante “un plazo razonable” y, a continuación, informar al Rey de sus resultados.
Ha sido en este último punto donde ha dejado en el aire si finalmente se presentará ante el Congreso.
La nueva jugada de Rajoy ha tenido como primera consecuencia el debate jurídico -que Ana Pastor ha intentado torear como ha podido- sobre si el candidato propuesto por el Rey puede renunciar a posteriori.