“Un año de amor”, como la balada, lenta y dulzona, de Luz Casal. Pero de amor interesado entre Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado; o lo que es lo mismo: un año de conveniencia entre las haciendas del PP y de Ciudadanos. Es el tiempo de vigencia del gobierno de la Comunidad de Madrid. Primer aniversario de un matrimonio de intereses, en el que los “cónyuges” no han podido disfrutar ni un solo día de luna de miel. Ha habido jornadas de estar a la gresca, y otras de aparentes carantoñas dialécticas, porque, aunque Ayuso repita que es más lo que les une que lo que les separa, cuando en una pareja hay más de interés que de amor, la convivencia se presume complicada.
Ha sido un año duro para la pareja, a la que los padrinos de Vox no ha protegido, más bien todo lo contrario. El coronavirus ha sido la prueba más difícil, el acontecimiento más inesperado, que les ha exigido hacer un frente común para combatir la pandemia en lo social y para repeler los arrebatos de la oposición en el orden político. Esta necesidad de una acción común les ha unido en las tareas de gobierno. Bien es cierto que han surgido momentos de incertidumbre, incluso de riesgo de ruptura inminente o cese temporal de la convivencia en el gobierno, pero llegaron a la conclusión de que sólo desde el desencuentro podían favorecer los intereses de la izquierda, dar pie a una moción de censura o a un adelanto electoral, supuestos que no beneficiaría a ninguna de las partes, y lo más práctico, y quizá más beneficioso para la soledad madrileña, era mantener ese matrimonio de conveniencia, para hacer frente a la pandemia y poner las bases de una recuperación social y económica en la nueva normalidad.
Poco más se puede decir del balance de un año de amor en los tiempos del coronavirus. Ya veremos a partir de ahora.
Si (
No(
