lunes 25 de abril de 2011, 00:00h
Si llueve copiosamente se limpia el ambiente contaminado de las grandes ciudades, como Madrid, pero también se fastidian nuestras vacaciones. Además crecen las plantas y suben los niveles de polen, que hacen que las alergias sean cada vez mas numerosas e irritantes entre la población. Estamos siempre perjudicados.
Y hablando de alergias, las que me dan algunas decisiones judiciales; en concreto la ultima gracia del Supremo que sienta jurisprudencia y dicta sentencia. Los cónyuges tras el divorcio deberán pagar la mitad de la hipoteca, ya que consideran ellos, que la vivienda familiar constituye una deuda de la sociedad de gananciales y no una carga del matrimonio. Y se han quedado tan panchos tras semejante nueva decisión, propia de, como lo llama
mi amiga Carina, "igualitarismo cateto" que nos invade por
doquier.
No todas las situaciones son iguales y no todas las circunstancias pueden medirse con la misma vara. Los jueces deberían interpretar y aplicar la ley para hacer justicia.
Ante situaciones distintas se requieren soluciones diferentes. No todos los casos, ni de lejos, son iguales. Justo en ese punto, reside la capacidad de un juez de dar a cada uno lo que corresponde. Proclamar sentencia suprema del 50 por ciento para ambos en todos los casos, no me parece de sentirse orgullosos, máxime cuando vivimos tantas discriminaciones en materia de sueldos cumpliendo la misma función.
Por lo tanto amigas, si estáis en los principios del matrimonio, no dejéis jamás que nada os aparte de vuestro futuro laboral, y por lo tanto económico, por mucho amor y estabilidad que os prometan. Porque si el divorcio llama a tu puerta, que hay amplias posibilidades viendo estadísticas, los jueces supremos no entienden de razones. Todos a pagar por igual la hipoteca aunque no sea
igual la riqueza que tengamos, (que para eso ya existen las socorridas sociedades, donde ir desviando de la confiada esposa toda posibilidad de compartir igualitariamente el beneficio de la vida económica que comenzó en común).
La Justicia no es ni debería ser nunca cuestión matemática. Por eso se le llama justicia, cuando lo es, claro...