martes 21 de diciembre de 2010, 00:00h
Antes, en otros años no muy lejanos las crisis, peleas, desencuentros personales y hostilidades familiares hacían tregua en tiempos de Navidad. Era como un acercamiento al “ser buenos que estamos en simulacros de tiempo de felicidad oficial”; abrazos, besos, comidas y cenas de hermanamiento donde dejar aparcadas las viejas rencillas y con renovados pactos de no agresión, temporales pero efectivos, para tener la fiesta en paz.
No puede ser.
Los Bomberos de Madrid se manifiestan para recordar, a quien corresponda, que no hay suficientes y que cuanto mas gente vive en Madrid, menos son ellos, algo triste y preocupante ya que es un colectivo tan necesario como el que mas. Y quedamos avisados.
Los agentes de movilidad piden condiciones de trabajo mas dignas, así como la huelga semi silenciosa de agentes de trafico y sus bolis caídos, tan de agradecer, por cierto en tiempos donde no te dejan parar un euro en el bolsillo. Y la guerra con, entre, hacia y por los controladores aéreos continua siendo tema de controversia general, mientras cada dual defiende su postura.
Todos contra todos y contra todo.
No estamos contentos. Pedimos mas entendimiento y algún reconocimiento pero a veces es lo que le negamos a los demás. Estamos en estado de alarma, pero la alarma no solo es algo del gobierno nacional.
Es tiempo de treguas, sinceras y autenticas. Es el momento de entender que todos tienen sus razones, sus cargas y desesperanzas. No hay que crucificar a quien no entendemos solo por el hecho de ser distintos o pensar diferente. Nadie esta en posesión de la verdad completa.
Pedimos y necesitamos empatía para entender que los procesos de los demás son importantes tanto al menos como los nuestros y que el tiempo debería ser una arma para mejorar.
Concordia y una mente sana capaz de reconocer lo que sea que limpie y clarifique el ambiente, en estos días navideños, es mi deseo.