lunes 11 de mayo de 2009, 00:00h
¡Y con cuanta pujanza! Basta caminar –o intentarlo- por la Puerta del Sol y sus inmediaciones para comprobar que la venta de productos pirateados vuelve a gozar de una salud envidiable. En lo que llevamos de mayo, los manteros se han hecho nuevamente dueños del espacio peatonal en el centro madrileño. ¿Se ha relajado su persecución? ¿Se ha abandonado el combate a la piratería callejera? Eso parece.
No deja de sorprender a cualquier ciudadano que habiendo una central de policía municipal en el número 16 de la calle Montera, en el número uno de esa misma calle con Sol se tiendan regularmente más de una treintena de mantas. Igual sorpresa causa que viendo una pareja de agentes municipales en el comienzo de Preciados y otra a la altura de la FNAC, en el centro de esa calle haya 63 manteros –los conté- el sábado a las ocho de la tarde. Y también se ven en las dos aceras al comienzo de la calle Mayor, en la acera de impares de Carretas, en el comienzo de la Carrera de San Jerónimo y en el tramo final de Arenal. Eso solamente en los alrededores de Sol.
Hemos leído en los últimos meses algunas opiniones que tienden a crear un movimiento de simpatía hacia esta venta pirata. Considero que es un auténtico cáncer para la economía, además de un latrocinio a la propiedad intelectual de los creadores audiovisuales. Evidentemente la pena a los infractores o delincuentes debe ser siempre proporcional a su falta para garantizar justicia. Pero, de ninguna manera, debe cesar la persecución y castigo de las infracciones. Desde el primero al último escalón en el proceso delictivo.
Los españoles reclamamos el mantenimiento y mejora del llamado “estado de bienestar”.
Pero estas prestaciones desde el Estado se financian exclusivamente con los ingresos procedentes de los distintos gravámenes o impuestos. Entre ellos el IVA y el IRPF. La venta callejera no paga IVA y es una competencia desleal y letal para el comercio legal que sí paga impuestos. Comprando en las mantas atentamos contra la financiación del estado del bienestar y contra el trabajo legal que genera IRPF. Por eso no se debe consentir. Una complacencia con los manteros que venden material audiovisual pirateado derivaría hacia la misma tolerancia a quienes quieran vender cualquier producto por canales no contributivos ni generadores de puestos de trabajo. ¿Por qué se iba a hacer la vista gorda con quienes venden películas y no con quienes vendan camisas, zapatos manufacturados y recambios de automóviles?
Con quienes venden comida no me meto porque no hay más que caminar por lugares tan recónditos como la Puerta del Sol, Callao, Gran Vía o Santa Ana para ver con cuanta libertad decenas de orientales venden bocadillos, recipientes de comida y bebidas en tenderetes sobre cajas de cartón. Entiendo que es dificilísimo localizar bajo la sede del Gobierno Regional a estos vendedores que atentan contra la salud pública. O que es arduo comprobar que venden embutidos en parajes tan remotos como la Red de San Luis. Pero algún esfuerzo sí podría reclamarse para acabar con esta posible fuente de problemas para la salud pública.
Se dirá que el mantero es el eslabón más débil de un proceso delictivo. Cierto. Y por eso su culpa debe ser menor que la aplicable aplique a quienes los esclavizan y a quienes ponen en circulación decenas de miles de productos piratas, sin ninguna garantía para el comprador y sin pagar impuestos. Pero erradicando la venta callejera y buscando a los fabricantes se podría empezar a acabar con esta carcoma de la economía nacional. Y, a la vez, terminar con la explotación de quienes sólo buscan una fuente de ingresos y la hallan en esta vergonzosa forma de explotación. El mantenimiento del top manta nunca sacará de la miseria a los manteros. Sólo los mantendrá en ella, aún a riesgo de acabar en la cárcel.
Cronista Oficial de la Villa
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