Engañados Carlos IV y su valido Godoy, las tropas francesas no llegaban a su destino en Portugal y se establecían en varias ciudades españolas. La mano derecha de Napoleón, el mariscal Murat, llegaba a Madrid el 23 de marzo de 1808 con sueños de soberanía. A punto estuvo de ser linchado el 2 de Mayo en el levantamiento del pueblo madrileño, pero salió airoso de la insurrección. Con José Bonaparte nombrado rey de España, él tomaba la corona del reino de Nápoles.
La Teología no llenaba los aires de grandeza del joven Joachim Murat. Gran jinete desde pequeño, se escapó del seminario en 1787 para enrolarse en la caballería del ejército francés. Galopó por Italia y Egipto a la sombra de Napoleón Bonaparte y ya como general preparó el golpe de Estado que llevó a este al poder. Como recompensa, la mano de la hermana del emperador.
Al frente de las tropas francesas, atravesó los Pirineos con una intención lejana a la pactada con Carlos IV y su valido Godoy en el Tratado de Fontainebleau. En lugar de continuar su marcha hasta tierras lusas, las que Francia y España se repartirían tras su ocupación, los hombres de Napoleón tomaron varias ciudades nacionales desatando la Guerra de la Independencia. Caldeados los ánimos populares con la presencia gala, se produce el Motín de Aranjuez.Tan solo unos días más tarde, Murat entra en Madrid.
Una multitud enfurecida arremete contra el mariscal en el levantamiento popular del 2 de Mayo. La respuesta no se hizo esperar. El cuñado de Napoleón ordena abrir fuego. Tras la doble abdicación en Bayona de Carlos IV y su hijo Fernando VII, José Bonaparte se hace con el trono hispano, truncando la esperanza de Murat. Vacante la monarquía de Nápoles, se establece allí como rey.
Contra todo pronóstico, traiciona a su valedor en un momento de flaqueza del Imperio. Acuerda con ingleses y austríacos mantenerse neutral en la ofensiva contra Francia a cambio de no perder su asiento real. Temeroso de que los aliados le dieran la espalda, vuelve bajo el yugo de Napoleón cuando este abandona su exilio. Tras la derrota en Waterloo, intenta recuperar su reino, pero ya es demasiado tarde. Estando en Pizzo (Calabria) es apresado y condenado a muerte. Antes de pasar a la otra vida pide que no le venden los ojos: "He desafiado demasiadas veces a la muerte para tenerle miedo".