En este territorio existe una amplia red de humedales, la mayoría de ellos "afloramientos del nivel friático" (nivel de agua subterránea) formados como consecuencia de la intensa actividad minera de los años 70 y 80. El centenar de lagunas del tramo bajo del Jarama ocupan "cerca de 500 hectáreas y albergan una importante diversidad biológica, especialmente de aves acuáticas", explican. Estos "frágiles ecosistemas" soportan, sin embargo, una "degradación creciente que no se detiene", a pesar de que forman parte de un espacio protegido y de la Red Natura 2000, denuncian.
Un año más, los colectivos ecologistas que trabajan en el ámbito del sureste madrileño, señalan el "abandono y el desinterés" de la Administración regional por la conservación de estos espacios. Recuerdan la urgencia de poner en marcha un plan integral de recuperación y conservación de los humedales madrileños, que facilite la renovación del agua en aquellos puntos que soportan procesos de eutrofización -exceso de materia orgánica en la agua-, que provoca la constante aparición de peces muertos en algunos humedales.
Destacan, así mismo, la importancia de que la administración regional persiga el furtivismo y los vertidos ilegales, que constituyen un deterioro medioambiental cada vez más evidente. Como ocurre en la laguna del Raso, donde asociaciones ecologistas y vecinos llevan años denunciando un vertido que aparece unas "dos veces al mes". Enueran muchos más problemas, como "el deterioro de muchas láminas de agua, algunas hasta hace poco bien conservadas, la desecación de lagunas" y destacan episodios recientes como el vivido en el humedal de San Galindo (catalogado y en zona Red Natura 2000) que fue incendiado y roturado en sus orillas en diciembre.
A esta situación general hay que sumar también, en su opinión, el asentamiento creciente de un conjunto de infraviviendas. Los ecologistas reconocen que se está limpiando la laguna pero que desconocen el destino al que son llevados los lodos para ser quemados.