Las primeras propuestas de VOX para aceptar un gobierno de PP-Cs en Andalucía han levantado voces críticas en las baronías de los azules. En todas, menos en la de Madrid. Da la casualidad de que, a diferencia de Isabel Bonig (Valencia) o Alberto Núñez Feijoó (Galicia), Ángel Garrido se juega su futuro estos días y una salida de tono sería contraproducente para su intento de repetir en la Puerta del Sol.
El futuro de Andalucía depende de VOX. Se mire como se mire, sus 12 diputados son claves para que triunfe el Gobierno que PP y Ciudadanos han cerrado en un acuerdo que dependerá del partido de Santiago Abascal en cada votación importante. Esta semana han presentado un documento con 19 polémicas medidas -entre las que se encuentran las de identificar a 52.000 inmigrantes ilegales para expulsarlos, derogar la Ley de Memoria Histórica o la de Violencia de Género- que han levantado voces críticas en casi todas las baronías del PP, siendo Madrid una de las excepciones, porque pese a que lo más extremo ha quedado aparcado, el pacto final no ha estado exento de polémica.
Y es que, aunque la dirección nacional, con Pablo Casado a la cabeza, ha legitimado sus conversaciones con la formación ultra, líderes populares como Isabel Bonig (Valencia), Alberto Núñez Feijoó (Galicia) o Alfonso Alonso (País Vasco) han criticado con dureza muchos de esos puntos a diferencia de Ángel Garrido, que se ha limitado a decir que puede estar en desacuerdo "con algunas cosas".
Así, mientras el gobernador murciano Fernando López Miras ha argumentado que "no firmaría" esas medidas para su región y Bonig ha recordado que el debate sobre la violencia de género "ha quedado superado", Garrido no ha entrado a valorar una negociación en la que ha dejado "manos libres" al equipo que la ha realizado -con éxito-.
Además, cabe recordar que cuando Alfonso Alonso decía que las demandas de VOX no tienen "ni pies ni cabeza", el dirigente madrileño aseguraba que el partido "no ha demostrado ser ni radical ni extremista" en una entrevista en Telemadrid en la que sí acusaba de radicalidad a Podemos.
Con todo, las declaraciones de Garrido se enmarcan en un discurso que ha ido matizando hasta entrelazarse con Casado, quien debe decidir si es él o no el que encabezará la lista del PP para la Comunidad de Madrid en mayo. Tras unas discrepancias iniciales con tirón de orejas incluido por la reestructuración del PP de Madrid, el sucesor de Cristina Cifuentes ha adaptado su mensaje para que a él no le sustituya ningún segundo.
Lo cierto es que estos últimos movimientos no son más que el final de una historia que lleva meses masticándose. Aunque en un primer momento dijo que no aspiraría a repetir, poco tardó en aplicarse para estar en la terna para ocupar uno puesto que "le gustaría a todo el que está en política", como dijo él mismo: la Presidencia de la Comunidad.
Para ello, el líder regional lleva desde que ascendió al trono madrileño trabajando por una reeleción que no le altera de puertas para afuera pero que entraña una gigantesca dificultad, pues es una plaza que puede abrir o cerrar las puertas de La Moncloa. El nombre del que traerá las llaves lo dirá Casado en breve.