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Retrato de Miguel Cervantes Saavedra de un anónimo y atribuido a Juan de Jaúregui.
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Retrato de Miguel Cervantes Saavedra de un anónimo y atribuido a Juan de Jaúregui. (Foto: Kike Rincón)

La vida quijotesca del 'manco de Lepanto'

Por MDO
domingo 22 de abril de 2018, 09:48h

La literatura española no se entiende sin la figura de Cervantes. Del mismo modo, su obra no se explica sin el Miguel huido en Roma, combatiente en Lepanto, preso en Argel o recaudador en Sevilla. Sus libros beben de una trayectoria vital digna de una aventura quijotesca, sin caer en la autobiografía en ningún caso. En el 402º aniversario de su fallecimiento, unas pinceladas de los episodios más controvertidos que rodean al alcalaíno más ilustre.

La oscuridad carcteriza los veinte primeros años de vida de Cervantes. Tan solo una luz: su bautizo el 9 de octubre de 1547 en Alcalá de Henares. Sobre su nacimiento, una pista. Podría coincidir con el día de San Miguel, que celebra su santoral el 29 de septiembre. Su formación académica se desconoce, aunque no hay discusión en que no llegó a matricularse en ninguna universidad. No obstante, aprendió de grandes maestros, como el catedrático Juan López de Hoyos, quien incluyó los primeros poemas del genio complutense en una de sus publicaciones.

Con su carrera a punto de despegar, abandonó la pluma para empuñar las armas. En 1571 se alistó en la Armada de la Santa Liga y combatió la amenaza otomana en la batalla de Lepanto. Dos disparos de arcabuz le atravesaron el pecho y un tercero alcanzó su mano izquierda. Su sobrenombre del 'manco de Lepanto' no se ajusta a la realidad, pues sí perdió el uso, pero la mano nunca le fue amputada.

Los años siguientes tomó parte en acciones militares en Navarino (Grecia), Túnez y Corfú. Su etapa en Italia le marcaría de forma profunda. En consecuencia, situaría allí la trama de novelas como El licenciado Vidriera. No era la primera del escritor en el país. Roma se había convertido en su refugio tiempo atrás cuando se encontraba prófugo de la justicia por herir en un duelo a otro hombre, como revela un documento encontrado en el Archivo de Simancas. Huía así de su condena a cortarle la mano derecha -cual aviso del percance que sucedería después- y ser desterrado del reino diez años.

Tras una temporada en Nápoles emprende el regreso a España, pero la galera en la que viajaba cae presa de corsarios berberiscos en las costas catalanas. Es trasladado a Argel, donde vivirá en cautiverio cinco largos años y protagonizará hasta cuatro intentos de fuga. Los padres trinitarios le rescatarán en 1580.

Un Quijote falso y una confusión con Shakespeare

Retoma su amor por las letras con la publicación de la primera parte de la Galatea en 1585, pero un culo inquieto como él necesita nuevas aventuras de las que beban sus obras. En Sevilla hará frente a numerosos escándalos como recaudador de grano para el rey, experiencias que plasmará en Rinconete y Cortadillo y El coloquio de los perros. En una cárcel a orillas del Guadalquivir engendrará El Quijote, que sale de las prensas madrileñas en diciembre de 1604.

Deja su vida itinerante y se instala en el madrileño barrio de Huertas, donde tendrá por vecinos a Góngora, Quevedo o Lope de Vega. Las ediciones de su ópera maestra se suceden en territorio nacional mientras se traduce a otros idiomas, aunque el reconocimiento como mejor autor en español quehoy se le atribuye no se vislumbró entonces.

No contaba con que en el proceso de invención de la segunda parte de las aventuras de Alonso Quijano y Sancho Panza un tal Alonso Fernández de Avellaneda se le adelantaría. En 1614 veía la luz este falso Quijote que las malas lenguas atribuyen al propio Lope de Vega, con quien Cervantes no guardaba buena relación.

En noviembre de 1615 ve la luz la Segunda Parte del Ingenioso Caballero Don Quixote de la Mancha. Cuatro días antes de fallecer, el 22 de abril de 1616 culmina Los trabajos de Persiles y Segismunda, publicado de forma póstuma por su 'Dulcinea' particular, Catalina de Salazar. A diferencia del rumor extendido, no comparte fecha de muerte con su reconocido admirador William Shakespeare, que de seguirse en Inglaterra el calendario gregoriano habría perdido la vida el 3 de mayo -y no el 22 como le otorga el calendario juliano anglosajón de la época.

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