“Cuando encontramos una ciudad como La Habana con tanto patrimonio resulta difícil saber por dónde empezar. La Habana es una ciudad que necesita ser adecentada, aunque así perdería parte de ese encanto que tiene. Con esa frase que acuñó Hemingway, en que hablaba de su recorrido diario desde el Floridita hasta La Bodeguita de en medio.
Son muy frecuentes las tormentas tropicales en una La Habana que es una enorme fortificación, muy parecida a la de Cádiz, con un malecón que es el epicentro de la vida de los cubanos. Allí hay ambiente durante todo el día, porque se van a ese lugar a pasar la vida, con ese particular carácter que tienen sus habitantes.
Tenemos La Habana Vieja que es Patrimonio histórico de la Humanidad. Donde se conectan cuatro plazas magníficas. La Plaza de la Catedral con una iglesia que es preciosa; la Plaza Vieja con un gran mercado, y la de San Francisco de Asís y la de Armas.
Luego tiene muchos museos, destacando el de las maquetas de la ciudad en la calle Mercaderes. España, entre otras cosas, dejó el historial de la ciudad y así es habitual ver en la entrada del cementerio de Colón, otro lugar que no se debe dejar de visitar, algún licenciado que por muy poco dinero te acompaña explicando la historia de ese lugar.
Y llegamos a su gastronomía. La “Ropa Vieja” es un clásico, como el congrí africano. Y luego los sándwiches cubanos que se han exportado mucho a Florida, por eso de la emigración. Los frijoles con arroz blanco, que son conocidos como los moros y cristianos y en definitiva sienten adoración por el puerquito”
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