El pintor Francisco de Goya falleció el 16 de abril de 1828 en Burdeos, Francia, a causa de -aunque suene irreal- una caída por las escaleras. A ello se sumó un proceso tumoral que le diagnosticaron tiempo atrás que no hizo más que empeorar la situación de postración en la que se encontraba. Al día siguiente, se le enterró en el cementerio bordelés de 'La Chartreuse', hasta 71 años más tarde.
Así, en 1889, se exhumaron los restos y se trasladaron a Madrid. El destino provisional fue la cripta de la colegiata de San Isidro hasta 11 años después, que pasaron a una tumba colectiva de hombres ilustres en la Sacramental de San Isidro.
En 1919 llegan de manera definitva a la ermita de San Antonio de la Florida, ubicada en la glorieta que lleva su nombre en el distrito madrileño de Moncloa-Aravaca. Los restos del pintor, que allí yacen en la actualidad, están situados al pie de la cúpula de nombre Adoración de la Trinidad que él pintó un siglo atrás; en ella se encuentra representado uno de los milagros de San Antonio de Padua.