Un 3 de septiembre de 1905 se inauguraba uno de los espacios verdes más bellos de la capital: el parque del Oeste.
El parque del Oeste es uno de los pulmones de Madrid, una zona ideal para pasear, hacer ejercicio y descubrir la cara verde de la capital. Esta extensa masa arbórea –100 hectáreas– se expande desde Moncloa hasta el Templo de Debod, dejando a un lado el curso del Manzanares.
Inaugurado el 3 de septiembre de 1905, cuesta creer que antes de su reforma fuese un vertedero. En 1893, el alcalde Alberto Aguilera pidió a Celedonio Rodrigáñez y Vallejo, ingeniero agrónomo, que diseñara el primer parque de uso público de Madrid. Por el desnivel del terreno, se optó por un estilo paisajista, similar a los jardines ingleses, con numerosos senderos, laderas y especies de árboles. Su ría artificial, de 600 metros de longitud, otorga ese toque especial y acentúa el carácter paisajista del lugar.
Las coníferas ocupan gran parte de este espacio verde en el que conviven con árboles de ginko, sophra péndula, choperas y con un gran cedro apodado ‘el abuelo’. Todos ellos observan desde allí diferentes puntos de la ciudad como el Arco de la Victoria, el Faro de Moncloa, el Templo de Debod, la Casa de Campo –conectada con el parque a través del teleférico– o la Sierra de Guadarrama, lejos, al oeste de la Comunidad.
El horror de la Guerra Civil se instaló en sus colinas
Los búnkeres de ametralladoras en la avenida de Séneca recuerdan que la Guerra Civil pasó por allí –en el parque se asentó el bando republicano–, dejando la zona completamente devastada por la excavación de trincheras y los diferentes impactos de balas, como los que pueden verse en el monumento al Doctor Federico Rubio y Galí.
Al acabar la guerra, la labor de recuperación del parque por parte de Cecilio Rodríguez, responsable de los parques municipales en aquel momento, fue impecable. Se respetó el estilo paisajista del comienzo, añadiendo diferentes modificaciones –la rosaleda, los taludes ajardinados del paseo de Rosales o el parque de la Tinaja– que consiguieron devolver la vida a este pequeño bosque madrileño allá por los años 40.
Multitud de monumentos para descubrir
Durante su paseo por el parque, el visitante se topará con multitud de monumentos y estatuas dedicadas a diferentes personalidades como el Teniente General don Manuel Casasola, el militar José Gervasio Artigas, el poeta Miguel Hernández o el Doctor Federico Rubio y Galí, entre otros.
Aparte, cuenta con diferentes edificaciones como el horno y la chimenea de la antigua Fábrica de Cerámica, la Fuente de la Salud –por la que pasa la ría– o la monumental Fuente de Juan de Villanueva, trasladada al parque en 1995 tras ubicarse en la glorieta de San Vicente.
Su rosaleda, el mayor atractivo
La mejor época para visitar el parque es en primavera, concretamente en mayo, mes en el que cada año se realiza en la rosaleda el concurso internacional de Rosas Nuevas. Este espacio dentro del parque –construido por Ramón Ortiz, jardinero mayor de la Villa, en 1956– alberga más de 500 variedades de rosa y más de 16.000 ejemplares plantados; un auténtico festival de colores digno de visitar que aporta belleza y singularidad a este parque madrileño.