Bordillos desbordados por las terrazas y vecinos sin dormir por el alboroto cada fin de semana. Es el panorama que describen los residentes en Montecarmelo. La alta concentración de bares en varias calles y el "descaro" de los hosteleros a la hora de saltarse la normativa municipal de Ocio ha convertido el barrio en un foco de disputa constante entre propietarios, Policía y moradores.
El derecho al ocio y el descanso colisionan en Montecarmelo. El barrio lo conforman kilómetros de avenidas, pero los bares se apiñan en pocas manzanas. En verano, las aceras se ven absorbidas por las terrazas, que acaparan el espacio peatonal. Cada fin de semana el barrio se convierte "en un infierno", aseguran los residentes.
El epicentro del conflicto se sitúa en la confluencia entre las calles Monasterio de Silos y Monasterio de las Huelgas, aunque se extiende a otras zonas. "Los hosteleros colocan más mesas de las autorizadas", se quejan desde la Asociación de Vecinos de Montecarmelo. El Ayuntamiento de Madrid señalizó con pintura blanca en el suelo los límites a las terrazas, pero los locales se saltan la normativa "con un descaro asoluto", explican a Madridiario.
Los bares y restaurantes respetan la delimitación "a diario", pero el fin de semana despliegan el doble de mesas, que aguardan apiladas en una torre a la afluencia de clientes. La accesibilidad se minimiza. "Lo invaden todo y es imposible caminar por el bordillo, imagínate si vas en silla de ruedas o llevas un carrito", señala Alberto Navazo, presidente de la organización vecinal.
Disputas con la Policía
La algarabía constante y el ruido de las sillas no deja dormir a los residentes. "De junio a octubre no se puede abrir la ventana", comenta Navazo. La Policía Municipal de Fuencarral, reclamada por los moradores de los pisos colindantes, se presenta cada dos por tres en los establecimientos para comprobar si se excede el aforo o la hora de cierre.
Esta continua presencia de los agentes ha terminado en "pleitos" con los dueños de las terrazas. "Dicen que sufren acoso policial, que tienen una manía persecutoria contra ellos", cuenta el presidente de la Asociación. "Aunque ponen multas, a los hosteleros les salen rentables económicamente", lamenta.
Licencias espaciadas
El problema viene de largo. "En el anterior mandato se concedieron licencias a la hostelería en zonas muy concentradas y aunque no hay muchos bares en Montecarmelo, todos están juntos", aclara Alberto Navazo. Los propietarios no han insonorizado sus tabernas y tampoco han instalado césped artificial o moqueta en las terrazas para minimizar los ruidos, medida que parece haber funcionado en otros distritos como Moratalaz.
Concepción García Herrera, comisionada del Ocio en la Alcaldía, relataba recientemente a este medio que en Montecarmelo "se han llegado a mediaciones que han funcionado bien para reducir las molestias", pero las protestas vecinales lo ponen en entredicho.
"Entendemos que tiene que haber bares, respetamos el derecho al ocio, pero los permisos deberían darse más espaciados para evitar esto", insisten desde la organización de vecinos. Son conscientes de que en la concesión de las autorizaciones de apertura no hay marcha atrás, pero exigen en soluciones para los 'daños' colaterales.