Noviembre es mes de importantes días internacionales. De todos ellos, dos merecen ser destacados: el Día Universal del Niño y el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, todo tipo de Violencia hacia ella. Pues bien, sobre este último quiero reflexionar en estas líneas.
Las cifras aterrorizan, cada año es mayor el número de víctimas mortales, además de las difícilmente cuantificables que padecen una violencia cotidiana, muchas veces oculta en el entorno de sus hogares. Sin embargo, las soluciones no terminan de cuajar. Las noticias son cada vez más perversas. No hace mucho leía la terrible noticia del rapto de una niña de trece años en Vallecas por un hombre de cuarenta. Afortunadamente fue hallada por la Policía y devuelta a sus padres, no sin antes haber padecido violencia de todo tipo.
No puedo negar mi impresión al seguir comprobando cómo día tras día nos llega una noticia atroz sobre violencia contra las personas, tanto niños, como mujeres, ancianos o personas con discapacidad, y este crecimiento exponencial de la violencia me hace pensar en sus causas y preguntarme en qué estamos fallando como sociedad. Parece incuestionable que las administraciones públicas tienen una responsabilidad en cuanto a diagnóstico, control y toma de decisiones. La prevención y la sensibilización son su competencia junto con la atención a víctimas, pero está claro que no se llega ni siquiera a disminuir el fenómeno. No hablo de culpas, pero sí de cambios de modelo porque las políticas están resultando poco efectivas y no nos conducen a obtener buenos resultados. El problema no es sencillo, por supuesto, la violencia contra las mujeres puede ser de muy diferentes maneras pero, o actuamos todos unidos, o la solución no es factible.
Me preocupa la ligereza con la que se trata este asunto tan a menudo y, sobre todo, el uso partidista que se hace con un tema tan delicado y atroz. Aquellos planes, magníficos por cierto, que se hicieron en el pasado deben seguir siendo ampliados y mejorados, adaptados a las nuevas circunstancias sociales. Las nuevas tecnologías, por ejemplo, nos han acercado a las personas, pero también han permitido a los maltratadores llevar un control sobre sus víctimas y están generando nuevas formas de maltrato virtual entre las parejas más jóvenes.
La sensibilización, de la que siempre hablo, resulta imprescindible y debe ser una constante para todos los gobiernos hasta que no hagamos comprender a todos que la violencia no puede ser fomentada ni en broma, que no es un asunto privado de los hogares y las familias, como se decía en tiempos pasados, y que debe ser abordada desde todos sus flancos.
Estamos en unas días que inducen a la reflexión y en ello debemos estar todos: Poderes Públicos, Universidades, Tercer Sector, partidos políticos, sociedad civil, todos. Resulta inadmisible que determinados sectores políticos quieran monopolizar la desgracia de manera partidista enarbolando esa supuesta autoridad moral que se han concedido a sí mismos. No hablo por hablar, hablo de mi experiencia personal en este año. Las proposiciones que, con motivo del 25N, se han presentado en los distintos Plenos de los distritos del Ayuntamiento de Madrid solo han sido admitidas para ser incluidas en los órdenes del día si procedían de los grupos de la izquierda política, estuviesen bien o mal enfocadas o redactadas. Las del Grupo Municipal Popular ni siquiera se han admitido a trámite. Mal camino llevamos si así andamos, entristece ver como se pretende utilizar a la mujer y sus problemáticas para un enfrentamiento político innecesario cuando afecta al conjunto de la sociedad. Aquí no importa el color político, aquí lo que importa es el querer hacer. Lo que está claro es que en Madrid y en toda España las víctimas de violencia de género no disminuyen y que el problema es real. Tendremos que estudiar las causas y dejar de tirarnos los trastos los unos a los otros, porque cuando la víctima de una actuación machista no pertenece a la izquierda parece que ya no interesa tanto, lo hemos visto lamentablemente en muchos ejemplos recientes.
Afortunadamente somos muchos los que seguimos investigando y buscando soluciones a la gran herida social que es la violencia contra la mujer, pero no les oculto mi decepción cuando percibo que se utiliza a las mujeres como pretexto para una lucha innecesaria y excluyente. Les invito a echar una mano en este grave problema social y a ayudar a cualquier mujer que se halle en una situación terrible. No las dejen solas. No nos dejen solas. El color político es lo de menos cuando existe dolor.
Beatriz Elorriaga es concejala del PP en el Ayuntamiento de Madrid