Noventa años. ¡Ahí es nada! Lo que ha llovido desde aquel 17 de junio de 1925. Esa fue la fecha elegida por el Rey Alfonso XIII para inaugurar las instalaciones de Unión Radio Madrid en la Gran Vía. El Monarca subió a los altos de Almacenes Madrid París y para él se abrieron los micrófonos del centro emisor EAJ-7. Desde entonces, día tras día, hubiera monarquía o república, guerra o paz, dictadura o democracia, prosperidad o miseria, tristezas infinitas o alegrías jubilosas, en cualquiera de los tiempos vividos por varias generaciones de oyentes, nunca les faltó a los madrileños la compañía amable y cercana de Radio Madrid.
La conmemoración del aniversario me conmueve especialmente. Mi abuelo Fernando fue uno de los promotores de Unión Radio, mi padre trabajó 50 años en la emisora, yo mismo aprendí el oficio de periodista en la vieja redacción de la segunda planta y mi hermana Marina continúa en la Compañía. En Unión Radio siempre prosperaron las sagas de empleados, aunque esa característica familiar se haya difuminado con el paso de los años. La Radio, ya digo, ha sido un componente fundamental y transcendente de mi biografía vital.
Algunas tardes, siendo todavía un crio, mi madre y yo cogíamos el bus 7. Desde los confines de Chamartín, atravesando medio Madrid, viajábamos hasta la Red de San Luís. Unos metros más allá, bajando por la Gran Vía nos acomodábamos en La Gaditana, un pequeño bar que estaba en la esquina de la calle Mesonero Romanos con Desengaño. Mi padre Valentín acudía a la cita con puntualidad británica. Alto, fuerte, tan parecido a Clark Gable, el pelo engominado y el bigotito fino y perfilado; impecablemente trajeado, la camisa de hilo, gemelos dorados en los puños, corbata de seda y un pañuelo doblado en picos asomando por el bolsillo de la americana.
La Radio era entonces mucho más de lo que ahora es la TV y un toque de singularidad distinguía a sus profesionales. Yo esperaba su guiño habitual. "Charo, me subo con el niño a la Radio". Entrábamos por el portalón achaflanado de Radio Madrid, esperábamos alguno de los imponentes elevadores, saludábamos al ascensorista uniformado y ascendíamos al cielo de la magia radiofónica. En los estudios centrales de la novena planta conocí a buena parte de los actores de su famoso cuadro dramático.
Por ahí andaban Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa, Juana Ginzo, Matilde Vilariño, Selica Torcal, Vicente Mullor, Teófilo Martínez, de las Cuevas y tantos otros. Recuerdo los micrófonos colgados del techo, a distintas alturas y en planos diferentes, los micros de pie, erguidos sobre el suelo, los atriles iluminados, las paredes tapizadas y los pesados telones precintando todo el recinto. Los intérpretes se repartían por el escenario o se agrupaban en pequeños corros. En aquel teatro del aire , dirigiendo la representación, se imponía la presencia rotunda de don Antonio Calderón, el gesto adusto y grave, las manos agarradas a los tirantes y la mirada impenetrable. No le gustaban los intrusos.
En aquellos paseos por Radio Madrid mi padre saludaba a personajes irrepetibles de voces inconfundibles: Pepe Iglesias "El Zorro", José Luís Pecker, Juan de Toro; Gilera, Kilates y Pepe Bermejo -Siguiendo los deportes-; Vicente Marco -presentador de Carrusel y guionista de cuentos infantiles-; Luís Sánchez Polack y Joaquín Portillo -Tip y Top-; Joaquín Pelaez -Operación Plus Ultra-; Alberto Oliveras -Ustedes son Formidables-, y muchos más. El itinerario terminaba en el despechito de Raúl Matas. Siempre nos regalaba alguno de los vinilos emitidos en su espacio Discomania.
Años después, con un pase especial, me colaba en el estudio de El Gran Musical, que entonces presentaban Tomás Martín Blanco y Carmina Pérez de Lama, con la colaboración imprescindible de Joaquín Luqui y José María Iñigo. Allí escuché en directo a Brincos, Bravos, Pekenikes, Serrat, Víctor Manuel, Camilo Sexto, Mari Trini o Massiel. Pepe Domingo Castaños y Pepe Cañaveras prolongaron después aquel programa musical. A punto de terminar la carrera, aterricé en los informativos de la SER. Me colocaron, como becario, en Hora 25. Superados los primeros errores, terminé por acoplarme en aquel formidable equipo que dirigía Iñaki Gabilondo y del que formaban parte Juana Ginzo, Luís Rodríguez Olivares, Ángel de la Vega, Javier Roch y el impagable José María García.
A pesar de las limitaciones impuestas por la dictadura, aquellos valientes se atrevieron a contar el final del régimen franquista, la lucha por las libertades, el advenimiento del Rey Juan Carlos, la llegada de Suárez, la matanza de Atocha, la detención de Carrillo y todos los episodios que marcaron esa época. A lo largo de muchos años, cubrí en directo miles de noticias, viaje por medio mundo, retrasmití en vivo junto a Rafael Luís Díaz el Golpe del 23 F, presenté y dirigí Hora 14 y Hora 20, y contemplé en primera persona la Transición Política. Nunca me faltó el instinto, pero debo confesarles que Gabilondo, Fermín Bocos, Fernando Onega y Augusto Delkáder me enseñaron a interpretar y contar la actualidad.
Comentario aparte merece Luis Rodríguez Olivares. Luís guionizaba la información, salpicaba el relato con efectos largos y cortos, cuñas y cortes de voz. Después repartía los papeles entre los cuatro mangutas que trabajábamos con él. Aquello sonaba como una sinfonía radiofónica. Luís es el único que guarda en su ajuar profesional las fórmulas magistrales inventadas por don Antonio Calderón: en la radio se puede hacer de todo, pero todo lo que se haga tiene que sonar a radio. Feliz cumpleaños.