Al margen
de sus conquistas deportivas, que son muchas y variadas y que los inteligentes
lectores del Periodigolf ya saben cuáles son, ha sido premiado por su forma de
ser y por cambio experimentado por Chema desde sus inicios de su dilatada
carrera deportiva hasta ahora. Extrovertido, siempre amable, dispuesto a
atender a quien solicite sus declaraciones, presencia en torneos benéficos,
etc, etc, etc. Miembro de una casta de deportistas de los que no abundan
teniendo en cuenta lo que representa Chema en el contexto internacional del
golf.
Después de
Severiano no hay otro golfista español que se merezca tanto esta distinción.
Este premio es buenísimo para el deportista, pero también magnífico para
nuestro deporte. No cabe duda que hasta la entrega del premio, allá por el mes
de octubre, se hablará de Olazábal pero también de golf en medios que habitualmente
silencian las hazañas de nuestros jugadores por el mundo.
Harían
falta varios aforos del Teatro Campoamor de Oviedo para que estuviéramos in
situ todos los que admiramos a Chema, aparte de que no nos invitarían, pero
seguro que él notará nuestra presencia. Allí estará entre gente que ha hecho
bien los deberes en sus respectivas profesiones, que han conseguido hechos
destacadísimos, descubrimientos muy importantes para la humanidad, otros han
facilitado la concordia, escritores de pluma excelsa, humanistas, en fin,
personajes ejemplares y entre ellos estará nuestro Chema Olazábal el capitán
que nos hizo vibrar en la Ryder y que nos maravilló en Augusta.