A veces, observando los movimientos de nuestros líderes, de nuestros representantes, de nuestros administradores, no queda más remedio que echarnos las manos a la cabeza y dudar de su preparación para ocupar cargos que tengan algo que ver con nuestro futuro. Por más que quiera no tengo ni tiempo ni espacio para hablar de todos los que han despertado inquietud y algo más que reflexión sobre las decisiones que van tomando al tiempo que evolucionan en sus cargos. Me voy a referir a algunos de esos últimos casos que tanto nos escandalizan y que nunca vemos reflejados en los medios, que por urgencias, critican pero dejan el análisis en el aire.
La idea de escribir estas líneas surgió cuando el ministro Soria se debatía en la incertidumbre de sus explicaciones a los ciudadanos sobre determinadas actuaciones, más o menos ilegales, conocidas a través de los denominados 'papeles de Panamá'.
Es imposible incluir un elemento crítico, nada ideológico, a tan lamentable actuación. Sería precisos muchos folios para contar los errores del ministro. La pregunta es ¿cómo alguien que ha alcanzado el nivel de ministro de España puede actuar con tanto desprecio a los valores de la comunicación? No es preciso tener grandes conocimientos para saber que no se puede decir una cosa y la contraria. Pero se puede y se debe dar un paso más en el análisis y preguntar: ¿No conoce el señor Soria a nadie que le pueda aconsejar un poco mejor? ¿Ignora el exministro esa regla de oro de la comunicación que aconseja no presentarse ante los medios, que es lo mismo que ante la opinión pública, sin preparar adecuadamente su discurso?
La errónea actuación es tan elemental, tan básica, tan primaria, que no hace falta profundizar ni un milímetro más en la reflexión. Con lo dicho queda suficientemente ridiculizado el movimiento torpe y bruto que le ha echado del ministerio, con un leve empujón. Al menos se ha marchado, o le han ayudado a marcharse, sin grandes escándalos.
Y ya que hablamos de comunicación, no quisiera cerrar esta página sin decir algo sobre los detalles ofensivos que se están cometiendo entre los representantes que quieren formar gobierno.
Pedro Sánchez debería leer algunos libros sobre liderazgo o asistir a uno de tantos cursos que se imparten a lo largo y ancho de la geografía. Puede elegir el que quiera porque, por muy malo que sea el curso, el secretario general del PSOE aprenderá muchas cosas, le sacará bastante provecho. Está tan lejos de lo que significa ser un líder que le vale cualquier teoría.
Parece mentira que el partido arrincone a un hombre como Rubalcaba para poner a alguien capaz de barrer tantos valores que debería defender un líder, como la justicia, por ejemplo.
Son tantas las situaciones ofensivas para los ciudadanos que me voy a limitar a recordar que mientras el señor Hernando decía que Pablo Iglesias no era fiable, Pedro Sánchez le brindaba su mano, y no sé qué más, para votar a favor de su investidura. Cualquier cosa vale si le da su voto para llegar al cargo soñado. Da igual la fiabilidad. No sé si en algún momento han hablado de gobierno, de ciudadanos, de política... Además de los sillones que se piensan repartir.
En definitiva, me gustaría que los votantes, si es que volvemos a las urnas, que no parece fácil ante tanto deseo por La Moncloa, lo tengan en cuenta. No se puede dar la representación a quien no sabe administrarla.
Lo mínimo para ocupar determinados cargos es respetar los valores de la comunicación.