“Hace 80 años nuestros abuelos se pelearon y no tiene sentido vivir de los réditos de lo que hicieron nuestros abuelos", dijo Alberto Núñez Feijóo, presidente nacional del PP, refiriéndose al golpe de Estado dirigido por el dictador y criminal Francisco Franco y a la posterior Guerra Civil que tuvieron lugar en el 1936.
Esto escuché un día tumbado en el sofá de mi salón y me quedé paralizado. Sólo pensé: ¿Qué le pasa en la boca? No era un problema de pronunciación ni una equivocación repentina, era lo que tenía que decir para no molestar a nadie de los suyos ni a los que se arriman a la derecha para contagiar sus tics explosivos contra todo lo que huela a progresismo, izquierda o sea crítico con las nuevos conservadores y neoliberales. Feijóo dijo esta ocurrencia al ser preguntado por la exhumación de los restos del criminal Gonzalo Queipo de Llano de un lugar sagrado de Sevilla, la basílica de la Macarena, por exigencia de la nueva ley de Memoria Histórica y Democrática.
Da la sensación de que este señor, por lo que dijo, está hecho polvo, cansado, como cuando uno ha concluido su sesión de gimnasia o deporte. O está hecho polvo por cansancio mental, harto de tener que leer un día sí y otro también declaraciones de dirigentes de su partido que le ponen piedras y le alejan de su camino de moderación y sosiego, según anunció él mismo nada más ser elegido jeje de los jefes de la derecha.
Quizá en este periodo de transición, el nuevo líder del PP ha estado en un estado emocional dañino por tener preocupaciones que le hagan sentirse así. Si realmente piensa lo que dice y no es una mera estrategia para no despertar más instintos populistas en su partido, tiene un verdadero problema y sufre la gran transformación de aquel que era presidente de la Xunta de Galicia y se vendía como la moderación hecha gobernante. También como la solución a los vaivenes del PP tras la crisis vivida en esta formación tras la desaparición de la escena partidaria y política de Pablo Casado, quien fue dimitido y ‘ejecutado’ después de denunciar presuntas corrupciones en el entorno de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en tiempos de pandemia y muerte. Todo esto y el lío montado durante la salida de Casado y la llegada de Feijóo a la sede del PP de Génova provocaron movimientos y declaraciones en contra y a favor de todos los implicados en esta operación de cambio de poderes en la derecha. También innumerables preocupaciones en su líder, quien puede que esté echo polvo, harto de estar harto.
¿Y quién es capaz de rechazar que también tiene relación con todo esto el hecho de que Feijóo, al despertar cada mañana, se mire al espejo y vea el rostro del ‘eliminado” Casado? Quizás recordó aquel dicho de ‘cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar’. Nadie quiere revivir tiempos pasados dramáticos. Otra solución, que no se mire el espejo durante un buen tiempo, al menos, hasta después de conocer si Ayuso repite en el cargo.