Por cada punto cardinal de la Comunidad de Madrid emanan
historias macabras, leyendas increíbles y docenas de oscuros capítulos de anecdotarios locales. Desde las montañas en forma de
mujer muerta moldeadas por el propio Hércules que durante siglos dieron nombre a
Puebla de la Sierra hasta la tirana que se hizo con un ejército y gobernó a
sangre y látigo hasta su cataclismo la aldea de
Valmores, la historiografía de la región tiene tantos recovecos negros como se quiera descubrir.
El periodista y escritor madrileño
José Felipe Alonso Fernández-Checa recopila para
Madridiario algunas de los episodios más notables de los que durante años ha compendiado a lo largo y ancho de la región para escribir
'Misterios, anécdotas y leyendas de la Comunidad de Madrid' (Ediciones La Librería)."Quizás de las más conocidas sea la leyenda del
perro negro de Felipe II en El Escorial", reconoce. Cuentan que, durante la construcción del impresionante monasterio de
San Lorenzo, un can oscuro como la noche acosaba violentamente a los obreros, que le creían la misma representación del
demonio. El místico monarca mandó matarlo y fue ahorcado a la vista de todos. "Cuando el rey llegó allí, agonizando, se dice que desde su lecho de muerte podía escuchar cada noche los aullidos del perro negro, vengándose, y que desaparecieron cuando Felipe falleció", añade el escritor.
Al este, en
Ambite, Alonso Fernández-Checa destaca la leyenda del palacio del
marqués de Legarda, obra del siglo XVII. Según su relato, allí vivía un hombre rico pero piadoso cuya extraña generosidad volvía recelosa a su mujer. Tanto, que un día decidió aniquilarlo y enterrar el cadáver bajo el suelo del salón. "Años después, cuando fueron a hacer obras, se encontraron los huesos y un vendaval arrasó las casas de su alrededor, dejándo el castillo aislado como está ahora".
La casa encantada de
Loeches en la que una sirvienta fue decapitada y una de sus dueñas apareció
ahogada, los
espectros del cementerio de
Anchuelo -que no eran más que el reflejo de las luces del pueblo-, el
bandolerismo que durante décadas robó, raptó y mató en los caminos serranos de la región o los
litros de sangre que hincharon la tierra de
Brunete durante la
Guerra Civil se van dando paso en este libro de espíritu didáctico y ampliamente documentado. También hay
ovnis y lorquianos
navajazos por honra y amor que hicieron y deshicieron parejas en
Villaconejos y
El Boalo. Para realizar este catálogo, Alonso Fernández-Checa ha recorrido la geografía madrileña y ha consultado archivos históricos: "Hay demonios, fantasmas, brujas y muchos misterios relacionados con santos y vírgenes".
Leyendas urbanas"Es una comunidad muy rica en leyendas", resume el escritor. Algunas de ellas, aunque incorporadas a las peculiaridades del imaginario local, reproducen episodios universales que se viralizan a modo de leyenda urbana. Es el caso de la
mujer de la curva de
Las Rozas descubierta por unos chicos que iban de fiesta y fruto de un suceso en el que hubo un asalto con pistola a un coche, una violación y un asesinato. En
Ciempozuelos, durante décadas se narró la desventura de la pareja que se quedó tirada sin gasolina frente a las tapias del hospital mental y del poseído loco que, al amparo de la noche, saltó el muro para degollar al chico y trastornar a la chica hasta que le dio caza la mismísima
Guardia Civil.Mucho más legendario es el episodio que, a ambas orillas del valle del
Tajuña, se cuenta en pueblos como
Valdilecha. En ese entorno, algunos niños aún temen a la amenazante bruja que dicen que mora en esas aguas y que de vez en cuando las sobrevuela vestida de negro, calzada de
cuchillas hasta que vuelve a hundirse en ellas convertida en un viscoso y repulsivo
gusano gigante.
Religión goreSin embargo, la cara negra de Madrid no sería tan abismal sin el generoso aporte de la religión católica y sus leyendas, muchas veces de lo más gore. Aunque predominan las historias marianas, que suelen ser,
disputa entre pueblos mediante, metáfora de protección y salvación (el autor cita la salvadora
Virgen del Val de Alcalá, que en forma de tronco flotante sirvió de asidero a un campesino que se vio atrapado en la corriente del Henares), forman los martirios las páginas más pavorosas para muchos.
En ese mismo espacio, que abarca también a
Los Santos de la Humosa y
Tielmes, se cuenta que sobre el año 303 vivía una viuda con dos pequeños,
Justo y Pastor, que se rebelaron contra la prohibición para practicar el cristianismo. Azotados, encarcelados y, con todo, fidelísimos a su único dios, las autoridades romanas los decapitaron a las afueras de la ciudad.
Pero por si fueran poco dos niños descabezados, no hay nada como
Boadilla. Allí se atesora la historia de
san Babilés, un obispo de
Pamplona que tras la invasión musulmana se fue a enseñar la doctrina cristiana por aquellas tierras. Los árabes, en una reencarnación de los crueles tiempos romanos de las narraciones católicas, decidieron acabar con aquel conato hereje pasando el gaznate del santo por el cuchillo, el de su hermano y los de 80 pequeños que les habían puesto el oído. Desde entonces, aquel episodio es fiesta local. Para no dormir.