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Regreso al futuro

martes 27 de octubre de 2015, 07:56h

Poco después del 21 de octubre del presente año, con motivo de la jubilosa celebración de esa fecha emblemática para los fans cinéfilos de la ciencia ficción y de las predicciones en general, Rajoy mando esta legislatura al pasado y puso en marcha el reloj del futuro. En realidad, a excepción de quien los presenta, a casi nadie le interesa de verdad los balances de legislatura. Son como las hojas muertas que el viento acumula en los bordillos. Despiertan cierta nostalgia pero urgen a ser barridas. Las hojas caídas en este otoño ya electoral semejan las promesas incumplidas y componen formas caprichosas que invitan a la sospecha. Sus susurros evocan la música que gusta escuchar una y otra vez sólo a quiénes la han compuesto. Son sólo “las sombras de las cosas que han pasado”, como dejó escrito Dickens en su esperemos que no premonitorio “Cuento de Navidad”. Resulta difícil recoger las hojas caídas de una legislatura a tenor de los protocolos que preceden a su finiquito. Rajoy, que aprovechó la rueda de prensa para recordar su catolicismo, ya respondió que su cabeza no corre peligro y que piensa mantenerla en su sitio.

Pero no dice cómo. Se equivoca cuando en su rechazo a entrar en disquisiciones sobre futuros pactos, evoca las sagradas escrituras. Según éstas, “debe gobernar aquella lista que resulte más votada”. Debería aplicar aquí la comprensión aconfesional que practica y entender que defender ese dogma de fe condenaría a las mayorías resultantes de las urnas. Pero Rajoy parece que no se fía mucho del electorado y sus caprichos y pone como ejemplo las herejías que han llevado a Madrid o a Valencia a emprender pactos con el diablo. Quién esté libre de pecado, arroje la primera piedra.

Rajoy nos advierte de los peligros de la carne electoral, justo en el día en que la OMS se atrevió a condenarla en las barbacoas donde se queman a las brujas. Cuidado con faltar a las fidelidades que impone el bipartidismo. En cualquier caso, en el supuesto al que Rajoy se acoge de antemano, el de conseguir el mayor número de votos y por tanto “ganar las elecciones” también tendría que ver cómo las gana e interpretar los posos del café en la Moncloa para comprobar cuál es realmente el alcance de su victoria. No es lo mismo que lo haga por goleada o siendo goleado. Habrá que ver entonces si se mantiene firme en sus criterios o pretende agarrarse no ya a la jefatura de gobierno sino a la de su propio partido.

En esta larga despedida de una larga legislatura, el presidente se mostró de nuevo con la pachorra de profesor bonachón y satisfecho de escuela rural. Un profesor que con una mano acaricia las cabezas del alumnado y con otra atiza con la regla en la punta de los dedos al advertir de los riesgos del abandono ocioso en las vacaciones. Navideñas, para ser más exactos. . Severo, condescendiente y enigmático incluso deslizó la posibilidad de algún ignoto castigo para quién persevere en la desobediencia.

Tiene razón al definir la economía como “lo que realmente preocupa a la gente”. Debe ser por eso que basta con abrir la ventana para comprobar hasta qué punto la gente está preocupada y hasta cabreada. Pero la economía se moldea con la forma de hacer política y ahí es dónde esos ciudadanos preocupados y muchos cabreados tendrán que decidir el día veinte de diciembre cómo van a evitar seguir estándolo. Aunque sea un poco menos. Y no van precisamente a coincidir en las maneras según los vaticinios de las encuestas. Por lo tanto habrá que atenderles en base a esas decisiones y olvidar los dogmas de fe que tanto se asemejan a aquellos principios éticos que Groucho Marx estaba decidido a cambiar según le conviniese. De momento Rajoy ha parecido confundir su balance ya no con el discurso de Navidad sino con el de los Reyes Magos. Para empezar ya ha escrito su carta y en ella figuran peticiones que la política transforma en predicciones y compromisos y entre las que destacan esos dos millones de puestos de trabajo que está dispuesto a crear. Ya veremos cuántas de esas promesas se habrán cumplido en los próximos años en los que, al igual que en la película de Zemeckis, el futuro no pudo dar de sí todo lo que se esperaba de él.

Así que, terminada por fin la larga legislatura, ahora comienza una campaña electoral que tampoco se va a quedar corta. Competirá con otra campaña, la navideña, y quién sabe cómo influirá la una en la otra. De momento, los turrones, cada vez más prematuros, acechan en los escaparates por delante de los carteles electorales. Este año, más que nunca, tendremos que brindar por la salud si no nos toca el gordo. Y con más motivo si la OMS, precisamente ahora, recomienda no comer carne previamente procesada…

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