Ciertas apariciones puntuales certifican el inexorable paso
del tiempo. Las hojas de los árboles, teñidas de colores crepusculares, se
amontonan en las aceras encharcadas. Otro otoño más, pensamos. Los primeros
escalofríos nos obligan a rebuscar en el armario la ropa de abrigo. Se acerca
nuevamente el invierno, nos tememos. Los operarios municipales cuelgan las
escarpelas luminosas de los cables
tendidos sobre las calles. ! Ya está aquí la Navidad!, nos sorprendemos.
¡Pero oiga, que falta más de un mes! Tiene usted toda la
razón señora; pero en las avenidas de mi
barrio se han colocado ya los adornos rituales, los infortunados aguardan en
las colas de los despachos de lotería y en las galerías de alimentación se
venden dulces navideños. Diga usted conmigo, señora: ¡ya está aquí la Navidad!
Se nos acaba el año, señores; aunque nos parezca mentira,
aunque no terminen de creérselo los políticos cesantes que pueblan nuestras
instituciones. En sus puestos se comerán los turrones tradicionales, pero será
la última vez que lo hagan. ¡Cómo pasa la vida, señores mandatarios!, parece
que fue ayer cuando recibieron sus actas de concejales o de diputados, unos
para gobernar y otros para calentar banquillo en las bancadas de la oposición.
Ahora compartirán la nostalgia que provoca revivir un pasado que no se repetirá
nunca más.
Doña Ana Botella, don Jaime Lissavetzky y don Angel Pérez,
representantes de los tres partidos que más votos cosecharon en la ciudad de
Madrid, se han apartado del camino y han cedido sus mochilas a los que
pretenden sucederlos. Otros compañeros de vocación, aun en el machito, podrían
acompañarles en la fiesta de despedida. Todos ellos, los que se van y los que
podrían quedarse, exclaman apabullados: ¡que poco nos queda, la Navidad ya está
aquí!
Los míos me acarrean ya por los grandes almacenes o me
aparcan frente a los escaparates de los pequeños comercios que reclaman su
atención. Se trata de anticipar las compras y evitarnos los agobios de los
últimos días. Me aburren con antelación, pero reconozco que es una forma
acertada de preparar los festejos. Este tipo de planificaciones intuitivas,
aprendidas en la escuela de la vida, vendrían muy bien a los partidos políticos
que se juegan el cocido en las próximas elecciones autonómicas y municipales.
En estos tiempos nuevos de renovaciones internas y externas,
con tantos dirigentes caídos en desgracia, con tantos históricos jubilados
antes de tiempo, bueno sería que el pueblo soberano identificara a los nuevos contendientes.
"No sea usted tan puntilloso, señor escribidor; no vaya a ser que los políticos
se pongan nerviosos. Todavía faltan
muchos meses para las elecciones"- me puntualiza la misma señora-. De acuerdo,
de acuerdo, tiene usted toda la razón, pero hace muy poco que aún nos
paseábamos acalorados en manga de camisa. Sin embargo, la Navidad ya está aquí, aunque nos parezca
mentira.