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¡Que no pare la música!

Por Ana García D'Atri
lunes 20 de enero de 2014, 13:17h

Los músicos del Titanic fueron los últimos en ahogarse porque existe una máxima que todos los que se suben a un escenario conocen y cumplen: "el espectáculo debe continuar". ¿Todos? No. El Ayuntamiento de Madrid lo ignora.

El equipo Botella es un buque inclinado, hundiéndose en picado. Para compensarlo, los madrileños tratamos de sostener Madrid y los músicos siguen tocando porque la música, la cultura, es la única alegría que cabe en medio de semejante tormenta, la única que puede generar salidas creativas al hundimiento.

La música es un bálsamo para endulzar los momentos más trágicos y también los más alegres de nuestra vida. No pide nada y lo da todo. Y no es sólo una emoción. La ciencia sabe de sus cualidades terapéuticas y de sus bondades en ciertas enfermedades.

Pero la alcaldesa Botella pretende negar el hundimiento del buque (el suyo, el nuestro: Madrid), haciéndola callar. Primero fue la subida de un 150 por ciento de los precios en las escuelas de música, lo que obligó a los profesores a bajarse los sueldos para poder seguir impartiendo formación, y que, finalmente, ha echado de estas escuelas a numerosísimos madrileños.

Continuó con la exclusión de los locales de "música en vivo" de las entidades con las que el ayuntamiento colabora, y cuya ayuda se traducía en 1.500 euros al año, una suma simbólicos para estos locales. Y, por si fuera poco, siguió con la persecución en forma de multas de 1.500 euros por cada cartel pegado sobre vallas de obra que anunciaban sus actuaciones.

Aún no se sabe qué pasará con la persecución a los músicos que ofrecen su música en la calle, tras un casting que ha tenido más de esperpento que de otra cosa porque el propio Ayuntamiento no permite tocar a músicos que contrató el año anterior para sus fiestas de San Isidro. Antes, también habían negado la colaboración con el Instituto Internacional de Música de Cámara de Madrid.

Y aún hay más: los conciertos de la Banda Sinfónica de Madrid, una tradición en el templete de El Retiro gratuita para todos los vecinos que querían acudir, desaparecieron sin previo aviso y se trasladaron al palacio de Cibeles a un precio poco asequible en estos tiempos. Las reclamaciones por ello se almacenan en los cajones del "camarote de quejas" del Ayuntamiento de Madrid sin que el PP quiera escuchar la demanda ciudadana.

Y qué decir de quienes llevan más de veinte años cantando en un coro con el nombre de su distrito y han dejado de recibir colaboración del Ayuntamiento, que sólo les llama para que canten pero no les ayuda con nada para la financiación ni de sus trajes ni de sus traslados.

Como se ve, se trata de un ataque en toda regla del equipo Botella y en todos los frentes contra la música, ya sea como formación o como deleite. Por eso, desde este ojo de buey alertamos para que se tenga en cuenta que se está agrediendo descaradamente a la música, es decir, a la cultura, que esto es como si el capitán hubiera disparado precisamente a aquellos músicos que trataron de que Strauss calmara la desesperación de los pasajeros del Titanic.

Hay que exigir a este club de la tragedia que es el Gobierno de Madrid que siga la música. "Que no pare la música", señora Botella, que al menos sirva para, dentro de lo que cabe, suavice el hundimiento, su propio hundimiento como alcaldesa.

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